Fundación Secretos para contar | Solo

Solo

 

Arnold Lobel

 

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Sapo fue a casa de Sepo. Encontró una nota en la puerta que decía: “Querido Sepo: No estoy en casa. Me he ido, porque quiero estar solo”.

—¿Solo? —exclamó Sepo— . Sapo sabe que soy su amigo. ¿Por qué quiere estar solo?

Sepo miró por las ventanas. Se asomó al jardín. En ningún sitio vio a Sapo.

Sepo fue al bosque. Sapo no estaba allí. Fue al prado. Sepo no estaba allí. Estaba sentado en una isla, estaba solo.

—Pobre Sapo —dijo Sepo—. Debe estar muy triste. Voy a animarlo.

Sepo corrió a casa. Hizo empanadas. Preparó una jarra de té con hielo. Lo puso todo en una canasta.

Sepo volvio de prisa al río.

—¡ Sapo! —gritó —, ¡Sapo, soy yo, tu mejor amigo!

Sapo estaba demasiado lejos para oírle.

Sepo se quitó la chaqueta y la agitó en el aire como una bandera, pero Sapo estaba demasiado lejos para verle.

Sepo gritó y le hizo señales con los brazos, pero todo fue inúti.

Sapo seguía sentado en la isla. No veía ni oía a Sepo.

Una tortuga pasó nadando. Sepo se subió a la tortuga.

—Tortuga —pidió Sepo— . Llévame a la isla. Sapo está allí. Quiere estar solo.

—Si Sapo quiere estar solo —dijo la tortuga—, ¿por qué no lo dejas que esté solo?

—Quizá tienes razón — dijo Sepo — . Quizá Sapo no quiere verme. Quizá ya no quiere ser mi amigo.

—Sí, es posible — dijo la tortuga mientras nadaba hacia la isla.

—¡Sapo! —gritó Sepo .

Lamento mucho todas las tonterías que hago.

Lamento mucho todas las tonterías que digo.

¡Por favor, vuelve a ser mi amigo!

Sepo resbaló de la tortuga, cayó de espaldas al río y se dio un tremendo chapuzón.

Sapo oyó el estrépito y ayudó a Sepo a subir a la isla.

Sepo miró la canasta. Las empanadas estaban mojadas. La jarra de té con hielo estaba vacía.

—Se ha estropeado todo —dijo Sepo—. Lo preparé para ti, Sapo, para que te pusieras contento.

—Pero Sepo —dijo Sapo—, si estoy contento. Estoy muy contento.

Cuando me desperté esta mañana, el sol brillaba y yo me sentí muy feliz.

Y me sentí muy feliz porque soy un sapo, y también me sentí feliz estar seguro de que tú eres mi amigo. Quería estar solo para poder pensar en lo maravilloso que es todo.

—¡Ah, claro! —dijo Sepo—, me parece que es una buena razón para querer estar solo.

—Ahora, en cambio —dijo Sapo— me alegro mucho de no estar solo.

Vamos a comer.

Sapo y Sepo se quedaron en la isla toda la tarde. Comieron las empanadas mojadas sin té con hielo.

Eran dos amigos, muy amigos, sentados juntos, solos.