Las cuatro dimensiones del ser humano son la dimensión física, la dimensión emocional, la dimensión mental y la dimensión espiritual. Estas se entrelazan y se complementan unas con otras. Ninguna es más importante que la otra, todas tienen que funcionar en armonía. Estas cuatro dimensiones hacen que la mente esté unida al cuerpo, a las emociones y al espíritu.
Es más fácil prevenir un daño que arreglar algo ya dañado. La prevención comienza desde antes del nacimiento y debemos mantenerla a lo largo de la vida. La idea es cuidar aquello que está bien para que siga así y controlar aquello que no funciona bien para que mejore o, al menos, no empeore. No prestarles atención a nuestro cuerpo y a los problemas es una pésima idea: tarde o temprano volverán a aparecer con más fuerza, y serán más difíciles de controlar.
Para estar en equilibrio en todas las dimensiones, necesitamos buenos hábitos que nos ayuden a encontrar la armonía y a alcanzar una vida plena.