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Beatriz Restrepo Gallego

Beatriz Restrepo Gallego

La maestra de la reflexión y la enseñanza

(Barranquilla, Atlántico, 1941 – Medellín, 2019)

“Si las personas no tienen claros los principios y valores que guían su existencia, es muy posible que se extravíen”.

Pedro Restrepo y Rosario Gallego tenían una prioridad en relación con la crianza de sus ocho hijos: inculcarles el valor de la educación. Para esta pareja de antioqueños nada era tan importante como la formación educativa, que debía incluir no solo el conocimiento académico, sino también el de las artes, especialmente la música y la literatura. Esta lección fue aprendida, al pie de la letra, por Beatriz, la segunda en nacer, una mujer que hizo del aprendizaje y la enseñanza su misión.

La futura maestra nació en Barranquilla y a los siete años se trasladó con sus padres a Medellín, donde ingresó al Colegio Sagrado Corazón. A mediados del bachillerato empezó a interesarse por la filosofía, un área del conocimiento que gira en torno a preguntas tan complejas como estas: ¿qué es el ser humano? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Dónde está la felicidad? ¿Qué hay más allá de la muerte?

Analizar estas cuestiones puede ser bastante confuso porque no tienen una respuesta única. Sin embargo, para algunas personas son tan interesantes que deciden dedicar su carrera profesional a aclararlas. Ese fue el caso de la joven Beatriz, quien ingresó a la Universidad Pontificia Bolivariana para estudiar Filosofía.

Después de un año, no obstante, quiso retirarse de la institución, pues consideraba que los contenidos de los cursos no cumplían con sus expectativas; solo disfrutaba las clases de griego, idioma por el que sentía especial gusto, y de historia del arte. Le comentó el problema a su padre y le planteó una posible solución: irse para Estados Unidos a terminar sus estudios. Llegó a la ciudad de Nueva York, en la que estudió, durante cuatro años, en el Manhattanville College.

Mientras cursaba su pregrado, se interesó por la ética, un campo de la filosofía que estudia la conducta humana, lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, la moral, el buen vivir, la virtud, la felicidad y el deber.

Al graduarse cambió nuevamente de ciudad; se fue para Madrid, la capital de España, donde haría su maestría con énfasis en ética. Desgraciadamente, no pudo terminar sus estudios, pues el profesor encargado de dirigir su trabajo de grado fue retirado de la universidad. En esa época, España vivía bajo una dictadura política y era muy común que quienes estaban en contra del gobierno fueran despedidos de sus empleos, como le ocurrió a su profesor.

Beatriz Restrepo regresó a Medellín en 1966; la situación política española y otros hechos que acontecieron en el mundo a mediados de los años 60, como la lucha por los derechos civiles y la liberación femenina, y que demostraban importantes transformaciones sociales, la hicieron pensar en la realidad colombiana, sobre todo en la necesidad de transformar el país desde la política, y así acabar con la injusticia y la desigualdad social.

Se vinculó como profesora de Ética en la Universidad Pontificia Bolivariana y luego ejerció como decana de la Facultad de Filosofía y Letras de esa institución, en la que hizo cambios en los programas académicos teniendo en cuenta las nuevas realidades de la sociedad.

Y es que para ella era indispensable que los centros de estudio no se quedaran repitiendo antiguas teorías, sino que fueran capaces de analizar lo que ocurría en su entorno con el fin de brindar una guía para aportar al desarrollo social. Para convencer a las directivas de la institución sobre estos cambios, recurrió a sus dotes de maestra: claridad en el lenguaje, disposición para escuchar otros puntos de vista y exposición coherente y respetuosa de sus argumentos, pues su objetivo era persuadir con la serenidad, sin atropellar a los demás.

Así mismo eran sus clases, a las que ningún alumno faltaba; es más, asistían estudiantes de otros programas académicos, quienes también quedaban hipnotizados por esta mujer alta y delgada que los invitaba a utilizar las herramientas de la filosofía para descubrir la esencia de la vida y la manera de realizarse como seres humanos. Para lograrlo, les explicaba Restrepo, lo primero que debían reconocer era que “no somos solos, no existimos realmente si no nos relacionamos con el otro, si no reconocemos su dignidad humana, la cual nos permite construir nuestra propia identidad”.

Su labor docente continuó en las aulas de la Universidad de Antioquia, en la que, junto con otros profesores, propuso la creación de un programa de filosofía con orientación investigativa, el cual dio origen al actual Instituto de Filosofía. Allí no solo dictó sus lecciones de ética filosófica, sino que se dedicó a pensar en el papel de la educación como factor esencial para cambiar el futuro de la sociedad. “La educación ha de ser entendida como formación; más aún, como autoformación integral tanto individual como social para la vida. Los maestros ya no son transmisores de conocimiento; nuestra tarea es acompañar a los estudiantes a descubrir el tesoro que hay en ellos”, explicaba Restrepo, quien plasmó ideas como esta en el libro Convicciones y magisterio.

Comprometida con sus palabras, que invitaban a actuar en beneficio de todos, aceptó la Secretaría de Educación de Antioquia, entre 1992 y 1994, una labor que describió como enriquecedora pero también frustrante, pues muchos de los planes que la ilusionaban no se pudieron llevar a cabo. Como buena educadora, no perdió el optimismo y buscó otras alternativas en las que pudiera contribuir, como la Fundación Secretos para contar, de cuya junta directiva formó parte desde el inicio y a la que describió como “un auténtico proyecto de desarrollo que ha ofrecido a las familias rurales oportunidades de adquirir competencias y conocimientos que les posibilitan mejorar su calidad de vida en dimensiones como salud y nutrición, vivienda, recreación y, sobre todo, autoestima, contribuyendo todo ello a ampliar sus horizontes y a dotar de nuevos sentidos su cotidianidad”. Igualmente, buscó incidir en la transformación social a partir de obras como Reflexiones sobre educación, ética y política, un ensayo sobre las oportunidades que tiene la sociedad para construir un mejor futuro desde la razón, la política y la ética.

Una de sus amistades más cercanas cuenta que la maestra enfrentó la enfermedad que fue apagando su vida con el sentido del humor que la caracterizaba, agudo e inteligente como ella, y que vivió hasta el último de sus días dando ejemplo de coherencia, evidenciando que siempre se puede ser una persona mejor. Su obra permanecerá como espejo de alguien digno de admiración.

 

(Ilustración: Carolina Bernal C.)

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