En la profundidad del invierno finalmente aprendí
que dentro de mí yace un verano invencible.
Albert Camus
Es difícil vivir donde hay temperaturas muy extremas, como las del desierto y las de los polos, lo ideal sería vivir en un lugar que tuviera el justo medio. La temperatura también puede describir el temperamento o el actuar de las personas, algunas parecen cálidas y otras frías; y aunque nos sintamos mejor con unas que con otras, todas hacen parte de la rica diversidad de caracteres que conforman el mundo en que vivimos.
El calor del Sol hizo posible la vida en la Tierra, pero el frío ayudó a moderarlo y contribuyó a que la vida prosperara. Todo en la vida del planeta está relacionado con el calor y el frío. En la vida cotidiana, por ejemplo, el calor sirve para preparar los alimentos y el frío para conservarlos.
En Colombia, por estar ubicada en el trópico, no se dan las cuatro estaciones, y solo conocemos una época de lluvias y otra seca. No estamos acostumbrados a experimentar temperaturas extremas como las del invierno y el verano en otros países, cuando el termómetro llega a marcar temperaturas frías inferiores a 30 grados bajo cero, y calientes de más de 40 grados centígrados.
Definir si un determinado lugar es frío o caliente es un asunto relativo. Bogotá, por ejemplo, es una ciudad fría para la mayoría de los antioqueños y costeños, pero para los extranjeros que vienen de países donde hay estaciones, su clima primaveral es muy agradable.
Nos habituamos al clima y a la temperatura del lugar en que nacimos, y nos da dificultad si son diferentes a los que conocemos. De igual manera sucede con las plantas y los animales. Los frailejones, por ejemplo, se han adaptado al frío de los páramos, y no podrían sobrevivir en regiones más calientes; y lo contrario sucede con los cactus, plantas que se dan muy bien en los climas secos y áridos del desierto, y no soportan tan bien los ambientes fríos y húmedos. El pingüino emperador lleva una vida normal en la Antártida, donde la temperatura puede alcanzar 60 grados bajo cero, mientras que el zorro fénec se ha adaptado muy bien a la vida nocturna y ardiente del desierto del Sahara.
Calor y frío son opuestos que necesitamos para sobrevivir. Cuando los humanos aprendimos a dominar el fuego, dimos un paso importante hacia la civilización. Pero hoy en día, el calentamiento global, producto de la industrialización, pone en peligro la vida de todas las especies del planeta, y se nos hace necesario tomar conciencia y revaluar conceptos como el uso descontrolado de los recursos naturales y el consumo excesivo.
Del mismo modo, en la vida hay situaciones que nos invitan a actuar con cabeza fría, y también otras en las que nos domina la emoción y nos acaloramos. Pero también podemos aprender a controlar nuestro carácter para no irnos a los excesos y encontrar un punto medio, ¡ni tan frío, ni tan caliente!
Este pingüino mide unos 115 centímetros de altura y pasa el invierno en los hielos de la Antártida, que tiene uno de los climas más extremos del planeta, donde la temperatura puede llegar a 60 grados bajo cero, suficiente para congelar a una persona desnuda en un minuto.
Para sobrevivir, los pingüinos se agrupan para evitar que los golpee de manera directa el viento glacial del polo, y se frotan unos contra otros para conservar el calor de sus cuerpos. Luego, los que están resguardados en el interior del grupo pasan a la periferia, y dejan que otros pasen al centro para calentarse. Además, su plumaje tiene unas 15 plumas por centímetro cuadrado, más que cualquier otra ave del planeta, lo que les ayuda a protegerse mejor del frío.
Este zorro, el más pequeño del mundo, vive en el desierto del Sahara, y para sobrevivir a la exposición solar y al calor, ha desarrollado hábitos nocturnos y vive en guaridas subterráneas que lo protegen del calor extremo del desierto.
Su cuerpo muestra una serie de adaptaciones que lo ayudan a vivir en el desierto: sus orejas alargadas, que miden más de 15 cms, le ayudan a regular el calor corporal y a mantenerse fresco. Tiene pelo largo y espeso que lo protege de los rayos del sol; sus patas tienen pelo, para evitar las quemaduras que produce el contacto con la arena del desierto, y puede pasar largos períodos de tiempo sin beber agua.
Los frailejones son plantas que crecen solo un centímetro al año, exclusivamente en los páramos, ecosistemas de alta montaña que se dan entre los 2.800 y los 5.000 metros de altura, en donde la temperatura es tan fría que puede llegar en las noches hasta 10 grados bajo cero.
Ellos utilizan sus raíces, hojas y tallos para retener el agua como una esponja, y luego la liberan lentamente hasta formar pequeños riachuelos que terminan por convertirse en grandes y caudalosos ríos. Por eso, los frailejones y los páramos son llamados “fábricas de agua”. En Colombia tenemos más del 50 % de los páramos del mundo, y también el mayor número de especies de frailejones.
Los cactus crecen muy bien en terrenos secos, desérticos y muy calientes, donde hay muy poca humedad y cae muy poca lluvia, y sobreviven allí porque son grandes acumuladores de agua.
Los cactus absorben el agua por sus raíces, que son horizontales, y pueden acumular líquido en el interior de sus tallos hasta aumentar 10 veces su peso, y para lograrlo se expanden como si fuesen un acordeón; con este volumen de agua pueden llegar a sobrevivir durante más de 2 años sin lluvia. Las espinas del cactus son en realidad hojas modificadas que evitan la pérdida de agua, y protegen a la planta de los animales que tratan de beber el agua que guardan en su interior.
La superficie de este lago de agua dulce líquida tiene la extraña característica de estar ubicada a unos 4.000 metros bajo el hielo de la Antártida, y para llegar hasta allí se necesitaría excavar un hueco tan hondo, en el que cabrían 33 edificios de 36 pisos de altura, uno encima del otro. Está a tal profundidad, que su superficie nunca ha sido vista por ojos humanos.
El lago ha estado sellado y oculto bajo el hielo durante millones de años, y por eso se piensa que contiene el agua más pura de todo el planeta. Este lago es considerado uno de los más grandes y fríos del mundo.
Un 10 de julio de 1913 se registró en el llamado Valle de la Muerte en California, Estados Unidos, una temperatura tan alta que llegó a los 56,7 grados centígrados, la más alta registrada en sitio alguno, y por eso se le considera el lugar más caluroso del planeta. Es tan caliente este lugar, que podríamos freír huevos sobre el pavimento utilizando solo el calor del sol.
El desierto está situado en el fondo de un valle alargado y estrecho, a 86 metros por debajo del nivel del mar, y está rodeado por las altas y empinadas paredes de las montañas. La lluvia es tan escasa en este lugar, que a veces pasan varios años sin que caiga una sola gota de agua sobre la gruesa capa de sal que hay en su superficie.
