Cada minuto el Sol libera 240 mil millones de toneladas de su materia en energía, en forma de radiación, luz y calor. La Tierra, que es 100 veces más pequeña, tiene un escudo protector para defenderse de estas radiaciones solares: la atmósfera. Es una capa de gases que, a la vez, nos permite respirar. Sin sol y sin atmósfera no podemos vivir. Tenemos Sol para 17 mil millones de años, pero la atmósfera la estamos destruyendo.
La atmósfera nos protege también de los meteoros, que son escombros de rocas espaciales que viajan a grandes velocidades. Se estrellan con la Luna y la tienen llena de cráteres y arrugas en forma de montañas. A Marte, otro planeta de atmósfera muy débil, lo impactan con frecuencia.
Pero cuando chocan con la atmósfera terrestre se incendian, se fragmentan y muchos se desvían. La posibilidad de que un meteorito grande se estrelle contra la Tierra es poca, pero puede ocurrir, es una amenaza. En 1908 uno impactó al norte de Rusia. Sus efectos se sintieron miles de kilómetros más allá.
Nosotros vemos como estrellas fugaces estos trozos de roca.
Sin la atmósfera, esa mezcla de oxígeno, nitrógeno y otros gases que rodea la Tierra, ningún ser vivo podría respirar. Y sin esa capa protectora, los rayos del Sol llegarían cargados de energía y nos destruirían. ¿Qué veríamos si no hubiera atmósfera? Sin la atmósfera, la luz no chocaría con esa capa de gases que la dispersa en colores como el azul del cielo. Tendríamos oscuridad de noche y de día, y veríamos muchas más estrellas.
En un mundo sin atmósfera, el cielo sería oscuro de día y de noche, parecido al que vieron los astronautas al llegar a la Luna, donde hay una atmósfera muy pequeña.