La necesidad de encontrar alimento, la búsqueda de un lugar adecuado para procrear o de un clima favorable, son algunas de las razones por las que los animales emprenden viajes de miles de kilómetros.
Las migraciones de los animales requieren de gran sentido de la orientación y de una preparación física especial para poder llegar al lugar correcto.
Hay especies que después de viajar distancias enormes regresan al lugar de su nacimiento, al que nunca habían retornado, para reproducirse y dejar su descendencia. Es el caso del salmón, que impulsado por un fuerte instinto de arraigo, migra desde el mar hasta los ríos que le brindaron las condiciones óptimas para crecer. Solo uno de cada mil logra culminar semejante recorrido, entonces se reproduce y muere al poco tiempo.
Otros animales inician su travesía en busca de alimento y climas más cálidos. No es claro cómo encuentran la ruta adecuada sin perder el rumbo, pero se cree que usan pistas como el campo magnético, la posición del Sol o la presencia de ciertos minerales en el agua del mar.
En las praderas africanas las migraciones son un fenómeno habitual, y algunas especies como las cebras emprenden su marcha al mismo tiempo cuando empiezan a escasear los pastos y el agua. Quizá habrás notado que hay épocas del año en las que ves animales diferentes y, si tienes buena memoria, recordarás que los viste por esa misma temporada en años anteriores. Nuestro país es el destino favorito de animales migratorios como la ballena jorobada, varias especies de tortugas, peces como los atunes, y gran diversidad de aves y mariposas.
Los animales no saben cuál será su última migración. Su vida, al igual que la nuestra, tiene un final que depende de muchas causas. Algunos, como la tortuga galápagos, pueden vivir hasta 170 años, mientras otros, como la mosca de la fruta, solo viven un par de semanas.
En unas pocas especies se dan comportamientos particulares frente a la muerte de otros individuos. Los elefantes y los chimpancés, por ejemplo, elaboran un duelo colectivo cuando uno de su especie ha muerto, y no es extraño que acaricien el cuerpo ya sin vida y no se separen de él por un buen tiempo.