Un día, José Luis se cayó de un caballo mientras hacía su labor de vaquería diaria en una finca en La Pintada, Antioquia. Se dañó la rodilla y quedó incapacitado durante cuatro meses.
Él, que estaba acostumbrado a trabajar, pensó que para no aburrirse con tanta quietud podía aprovechar el tiempo si aprendía a trabajar el cuero, que era un oficio que siempre le había llamado la atención. Alguien lo orientó, le llevó las hebillas y el cuero y lo ayudó para que puliera cada vez más su trabajo. Al final de la convalecencia, José Luis ya era un buen talabartero.
Después de recuperarse, regresó a su trabajo en el campo, pero ahora, cada que tiene un tiempo libre, al final de la tarde o los fines de semana, retoma el oficio que aprendió por accidente. En las fincas de La Pintada todos saben que desde que se cayó del caballo, “El Mono”, como todos lo conocen, les hace por encargo las correas y los aperos.