Jesús siempre estuvo familiarizado con el café porque su padre era un caficultor de Quimbaya, Quindío. De niño, en la finca, veía como los trabajadores sembraban, recolectaban y secaban el café. Siendo más grande, se enteró que empresas de otros países se encargaban de tostarlo, molerlo, empacarlo y prepararlo para que otros, muy lejos de Colombia, lo pudieran disfrutar.
En el 2000, se propuso hacer que los colombianos tomaran el mejor café del planeta, y creó el Café Jesús Martín en el municipio de Salento (Quindío). Desde entonces prepara un café tan bueno como el que le ha dado la fama a Colombia en todo el mundo.
Su única estrategia de venta ha sido la del boca a boca, que consiste en confiar en que los clientes satisfechos recomienden su café a una multitud de clientes más. Él mismo tuesta el café y le garantiza a quien lo prueba que se trata de un producto especial por muchas razones: por las buenas prácticas de los caficultores a quienes les compra; por la tierra volcánica de Salento, rica en nutrientes; por la selección minuciosa que él hace de los granos y por la preparación, que siempre está a cargo de un experto.
Cuando alguien prueba el Café de Jesús Martín, está probando, además de la bebida, una historia, una cultura, un ritual, y goza del privilegio de tomarse un café de exportación en su lugar de origen. Por eso, sus clientes satisfechos salen a contarles a sus amigos para que ellos también lo puedan disfrutar.