Poco tiempo había pasado desde el perfeccionamiento de las máquinas de vapor, cuando otro gran hallazgo dejó pasmados a todos: el motor de combustión interna, el motor de explosión. Fue el resultado de la brega de sabios empeñados en construir una máquina que, al contrario de la de vapor, albergara el fuego dentro del cilindro cerrado.
Nació así una máquina más sencilla, más liviana. No necesitaba ni caldera ni caja de fuego. Un bloque, un pistón, un cigüeñal, una chispa, un sistema de engranajes para llevar la tracción a las ruedas. ¡Apareció el automóvil!
A finales del siglo XIX, en Alemania, se construían y vendían automóviles. Pero fue el norteamericano Henry Ford el primero en producirlos en serie. Con su modelo T conquistó el mundo. En Colombia se vendieron, en 1908, a 850 pesos de la época. Los importaban con todo y gasolina porque el país no tenía aún industria petrolera.
A Medellín llegó el primer carro en 1899. Lo trajo Carlos Coriolano Amador, propietario de la mina El Zancudo. Lo importó con chofer y mecánico desde París. El primer carro llegó a Bogotá en 1905. Empezó a competir con los tranvías —empujados por mulas— que comunicaban a Bogotá con Chapinero. En esa época, Bogotá tenía 100 mil habitantes.