REGIÓN AMAZÓNICA
Un día, estaba el grillo tomando el sol en medio del camino cuando el oso le dio un terrible golpe con una de sus patas, que estuvo a punto de dañarle una de sus verdes alas.—Oye, oso —protestó el grillo—, ¿acaso no tienes ojos para verme? ¿Así de insignificante te parezco?
El oso, hablando al aire, respondió:
—¿Quién me habla? ¿Quién se atreve a regañarme con esa vocecita?
—Pues soy yo el que hablo —contestó furioso el grillo después de haber saltado a una de las ramas de un árbol para que su rival lo pudiera ver—. Yo, que puedo ser tan temible como el más grande de los animales de la selva.
Al oír esto, el oso soltó una carcajada y le dijo con tono de desprecio:
—¿Temible? ¿Un grillito como tú? ¿Dices que valiente? eso lo quisiera ver. Además —dijo después de advertir la seriedad con que lo miraba— ¿Cómo te atreves a desafiarme a mí cuando eres mil veces más pequeño que yo?
—Pues sí —le dijo el grillo— Tú crees que produces miedo por tu gran tamaño, pero estoy seguro de que mis hermanos, los insectos y yo, podríamos derrotarte a ti y a todos tus hermanos.
—Eso habría que verlo —le respondió el oso, cansado de la discusión, y retomó el camino y se marchó.
Pero el grillo, que era tan orgulloso, saltó hasta su nariz para insistirle:
—Yo te reto, amigo oso, para que veamos quién puede ser más temible, si tú o yo.
—Está bien —le dijo el oso, muy convencido de su poder. —Si eso quieres saber, aquí te espero el martes antes de que el sol se oculte.
—Perfecto —dijo el grillo.
Así fue como a la semana siguiente los dos bandos se encontraron. A este lado, el oso con su gran ejército de animales grandes que rugían para parecer más temibles. A este otro, el grillo que se veía pequeño y solitario encaramado en una rama.
La batalla, para el público que la miraba, estaba perdida. ¿Cómo iba a vencer el grillo a semejantes animales?
Pero el grillo no estaba solo. Lo acompañaban tres cajitas que fue destapando en orden. De la primera salieron un montón de abejas que volaron directo a picar los ojos de los animales grandes para que estos no pudieran ver; de la segunda, salieron al trote cientos de hormigas majiñas rumbo a los brazos de sus rivales para que no los pudieran usar; y de la tercera, surgieron un millar de zancudos que sobrevolaron las orejas grandes de las temibles fieras para que no pudieran oír.
Rápidamente los grandes animales quedaron aniquilados. Cuando trataban de avanzar, no podían hacerlo por sus ojos hinchados. Cuando trataban de atacar, se lo impedían sus brazos irritados. Y ni siquiera podían oír por la nube de insectos que merodeaban sus grandes orejas.
Las temidas fieras huyeron en retirada y el oso tuvo que declarar, con el rabo entre las patas, que el grillo era el ganador. Por eso, mientras los hermanos del grillo disfrutaban su victoria, los osos, los leones, los tigres, las zorras, los lobos y los tigrillos huyeron por entre las ramas de la selva, rugiendo y gritando, después de haber sido heridos su orgullo y su corazón.
Desde entonces, por todos es sabido que los grandes animales le tienen un gran temor y respeto a los pequeños insectos zumbadores.
Adaptado por: María Isabel Abad Londoño.
Ilustraciones: Alejandra Estrada.