REGIÓN DE LA ORINOQUÍA
Érase un joven leñador muy honrado. Un día salió al campo a “leñar”. Llegó a la orilla de una laguna y se puso a tumbar un árbol muy seco.
El leñador estaba hachando, hache que hache, y estaba sudando porque el palo era grueso. Debido al sudor, el hacha se resbaló de sus manos y se le fue al río. El río era hondísimo y el leñador no hallaba cómo sacar su hacha. Entonces, muy triste, se sentó a llorar.
Una ninfa del agua se le apareció al leñador, y le preguntó por qué lloraba.
El joven le dijo a la ninfa: “Porque el hacha se me fue al río. ¿Cómo hago para rescatarla?”.
La ninfa se sumergió en las aguas y reapareció con un hacha de oro, y le preguntó al joven:
—¿Será ésta tu hacha, joven?
—No, no es mía.
La ninfa desapareció otra vez bajo el agua y trajo un hacha de plata. Y le dijo:
—¿Será esta tu hacha?
—No, tampoco.
De nuevo la ninfa se hundió en el agua y le trajo la propia hacha. Y el joven, como era tan honrado, reconoció su hachita y la recibió. Y la ninfa, por ser tan honrado, le regaló las dos hachas que sacó primero.
Vino, después, otro joven leñador, más ambicioso que el otro.
Al principio, se puso a hacer lo mismo que hizo el otro, y hache y hache, hasta que él mismo soltó el hacha y se puso a llorar a la orilla del río.
Apareció de nuevo la ninfa del agua y le preguntó que por qué lloraba.
El joven le contestó: “Se me perdió mi hachita, no hallo cómo sacarla, ¿usted me puede ayudar?”.
La ninfa se sumergió en el agua y sacó la misma hacha que le había mostrado al otro joven.
Al mirar esa hacha tan preciosa y tan bonita y tan brillante, el hombre se emocionó y cuando la muchacha le preguntó:
—¿Ésta es tu hacha?
—Sí, es mi hacha —respondió.
Entonces la ninfa desapareció, y el hacha preciosa desapareció, y desapareció también su propia hacha.
Carlos J. Silva A.
Publicado en: Cuentos conta-dos.
Bogotá — Colombia.
(Casanare — indígena sáliva).
Ilustraciones: Carolina Bernal.