Cuentan los muiscas, indígenas de Cundinamarca, Boyacá y Santander, que entre las sombras y la neblina apareció el espíritu de Bagüe, madre y abuela de todo. Bagüe, que habitaba en el pensamiento, quiso establecerse y, en medio de la nada, sembró cuatro frondosos árboles de guayacán que le sirvieron para sostener su choza, a la que llamó Cusmuy. Se sentó a tejer y fabricó una mochila que colgó bajo su brazo izquierdo, muy cerca del corazón. Metió en ella una esfera dorada y luminosa que creció y creció hasta reventar la mochila. Así nació Chiminigagua, luz creadora de la vida, de la naturaleza y de todo lo conocido por el hombre. Cuando Chiminigagua quiso difundir la luz, creó dos grandes pájaros negros y les ordenó: “¡Iluminen el universo!”. Las aves lanzaron fuego por los picos, dándole vida a los planetas del sistema solar y a las galaxias. Así apareció la Madre Tierra: Hitcha Guaya.
Ilustración: María Luisa Isaza