Los llaneros que vivían en las fincas del Restrepo juntaban el arroz que sobraba de las cosechas y lo mezclaban con cuajada para hacer el pan de arroz, una de las delicias típicas del llano, que dio origen a varias empresas en la región.
Germán trabajó por varios años en una de estas empresas que pertenecía a su hermano.
Pero un día de 1994 decidió montar su propio negocio, y con el apoyo de su hermano fundó Comestibles El Gaván.
Comenzó vendiendo sus productos en Villavicencio, pero para llegar más lejos, montó en la moto toda la mercancía y se fue a tocar puertas a Bogotá. A los nuevos clientes de la capital les gustó su pan de arroz, le hicieron continuos pedidos y las ventas aumentaron.
Germán se sintió estimulado y entendió que el éxito obtenido era un reto para mejorar su negocio. Con la ayuda de su esposa, creció el tamaño de la planta de producción, diseñó una nueva etiqueta, montó una página web y se dedicó a ensayar nuevos trucos para mejorar su receta.
Comestibles El Gaván ha cosechado muchos triunfos en sus 16 años de vida: ha abierto nuevos mercados, ha crecido sus ventas, ha dado empleo, pero sobre todo ha logrado que los clientes de varias ciudades de Colombia no tengan que desplazarse hasta las fincas llaneras para probar un pan de arroz de gran calidad.
Hoy en día, Germán comparte con su hermano sus triunfos y aprendizajes. Entre los dos hay, más que competencia, una gran complicidad.
Los empresarios obtienen mejores resultados si reaccionan de manera creativa ante sus problemas. Por eso, si es demorado un proceso, inventan otro más rápido. Si los clientes están muy lejos, buscan la manera de ir a su encuentro. Si la materia prima es muy costosa, encuentran otra que la pueda reemplazar. Esa virtud tan necesaria se llama recursividad.