Así como todos habitamos una casa que nos protege del frío y del calor, de la lluvia y el viento, yo disfruto otra casa que es mía y única: mi cuerpo.
Mi cuerpo está ligado al entorno que me rodea y, además de sentir, soñar, emocionarme con él y comunicarme con los demás seres, me relaciono de una manera muy especial con la naturaleza a través del alimento y del agua.
Mi cuerpo es un conjunto de sistemas operativos que se integran como una unidad, que tienen una serie maravillosa de funciones relacionadas unas con otras para mantenerme con vida:
El sistema digestivo transforma los alimentos en energía. El sistema circulatorio impulsa la sangre por todos los rincones de mi cuerpo.
Los riñones y el hígado limpian la sangre, eliminan los residuos tóxicos producidos en los procesos de las células y reciclan los líquidos.
Los pulmones extraen el oxígeno del aire. La piel me permite percibir el mundo y ponerme en contacto con los demás. Los sentidos me permiten ver, oír, oler, gustar, tocar.
Mi cerebro me permite soñar, imaginar, pensar, fantasear, intuir, razonar.
Mi cuerpo, como todos los organismos que cumplen el ciclo de la vida, se cansa, se desgasta, se desajusta y se ensucia. De manera semejante a como se desordena la casa, se desordena el cuerpo y es así como aparece la enfermedad.
¿Cuáles son los sistemas más importantes que tiene mi cuerpo? ¿Cómo funcionan? ¿Cómo los cuido? ¿Qué los enferma?
Mientras estoy despierto mis cinco sentidos me envían mensajes. Gracias a ellos yo sé que el limón es ácido y que el ají pica. También sé cuándo huele mal un pescado y no lo debo comer. Puedo ver los alambrados y las tunas para que no me chucen y oigo ladrar los perros cuando alguien se acerca. Siento las cosas calientes que me pueden quemar y el frío de la noche que me puede enfermar.
Los cinco sentidos son la defensa de mi cuerpo. Ellos me previenen de los peligros y me ayudan a conocer el mundo: veo, oigo, huelo, toco y pruebo las cosas.
Mis cinco sentidos deben estar limpios y despiertos para que mi mundo se llene de conocimientos.
Los piojos son insectos sin alas que viven como parásitos en la piel de los mamíferos. Se esconden entre el pelo y muerden el cuero cabelludo para chupar la sangre. Prefieren a los niños por ser más blandos y dulces.
Los piojos afectan el sistema nervioso y pueden producir infecciones mayores.
Mezclar una copita de vinagre con el champú o licuar un trozo de penca de sábila para lavar el pelo.
Hervir una pepa de zapote y usar el agua como enjuague del pelo después de lavarlo.
Asear a fondo el lugar donde se duerme, pues muchas liendres de piojos permanecen en las almohadas o en las cobijas y vuelven a atacar la cabeza.
Las lágrimas sirven para limpiar el polvo que entra a los ojos y para mantenerlos siempre húmedos. Cuando entra un cuerpo extraño al ojo no se debe rascar ni tratar de sacar con la mano porque puede rayarlo o herirlo. Mezcle agua limpia con unas gotas de limón y ponga dos o tres gotas en cada ojo. Esto le ayudará a producir las lágrimas necesarias para eliminar el sucio.
Hay bacterias que se quedan a vivir en los dientes y producen las caries, que son agujeros que los dañan y hasta los pueden tumbar. Los dientes son para toda la vida y merecen buen trato.
Cepillar los dientes después de las comidas, asegurando que no quede nada entre ellos. El cepillo debe recorrer toda la boca: adelante, atrás, arriba, abajo, haciendo un masaje sobre las encías, por dentro y por fuera. Una cepillada correcta debe durar, mínimo, cinco minutos.
Usar hilo dental u hoja de limoncillo para limpiar las encías y los rincones donde el cepillo no llega.
No cortar ni morder objetos duros, pues los dientes no son unas tijeras y se pueden quebrar o despicar.
Hacer gárgaras con aguasal cuando las encías se inflaman o se hacen llagas en la boca. También puede agregar tintura de caléndula, de violeta de genciana, manzanilla o romero.