La belleza de las cosas existe en la mente de quien las contempla.
David Hume
La costumbre hace que veamos como algo natural y familiar todo lo que nos rodea desde niños, y que nos extrañemos ante aquello que no conocemos y que vemos por primera vez. Pero en realidad, deberíamos aprender a mirar con nuevos ojos aquello que nos rodea, y a mirar con curiosidad y generosidad aquello que no conocemos todavía.
Nativo es aquello que es originario de un territorio, de una cordillera, de un continente o del país en que nacimos, como por ejemplo el cedro de montaña y el bocachico para los colombianos. Exótico es lo opuesto: aquello que no es nativo, que no es común, y cuya presencia nos parece peculiar, como por ejemplo los pingüinos y las jirafas.
Lo que en principio era considerado un producto exótico puede llegar a parecernos, con el tiempo, un producto nativo, como el café, que llegó a Colombia procedente de África en el siglo XIX y ahora es tan familiar que sentimos que nos identifica y nos pertenece. También es cierto lo contrario: especies que alguna vez fueron nativas de Colombia, ahora, dada su escasez, nos parecen extrañas y exóticas, como el tapir de páramo y el gran cóndor de los Andes.
Nativo y exótico son conceptos contrarios, que con el tiempo pueden llegar a parecerse y a confundirse, sobre todo en el mundo en que vivimos hoy. Un mundo que tiende cada día a ser más intercomunicado, y donde las personas, las ideas, los animales, las plantas y los productos de todos los países viajan y son conocidos en todas partes. Vivimos en una aldea global en la que es importante conocer y valorar lo que es propio de Colombia, y también respetar y aceptar lo que es ajeno y propio de otros lugares.
Nadie debería ser considerado mejor, ni tener más derechos que los demás, por el solo hecho de haber nacido en un determinado país o pertenecer a una determinada etnia. La diferencia y la diversidad son valiosas. Todos somos seres humanos.
De igual forma sucede con las plantas y los animales, pues cada especie es singular y valiosa. Tan bello y necesario es el hermoso guayacán, propio de nuestras tierras, como el magnífico y extraño baobab de las tierras africanas. Tan singular y enigmática es la iguana americana, como el ibis de tierras africanas, europeas y del cercano oriente.
Cada terruño cosecha sus propios frutos, engendra sus propias especies, sus habitantes tienen una idiosincrasia única, y estos elementos conforman su identidad, así sucede en cada rincón de la Tierra. Pero pronto llegará el día en que reconozcamos como nativo a todo lo que es propio de este planeta, y como exótico a todo lo que proviene de otros planetas y de las estrellas. Lo importante será entonces poder adaptarse sin perder la esencia.
Estos árboles, nativos de Colombia, crecen hasta los 30 metros de altura, y cuando florecen se convierten en un hermoso espectáculo, pues toda su copa se llena de flores de un intenso amarillo, blanco o rosado en forma de campana, que alimentan con su néctar numerosas especies de insectos y de aves.
Los guayacanes crecen por toda la América tropical, desde Colombia y Brasil hasta México. En Antioquia hay muchos de ellos y la floración se da dos veces al año en épocas secas, la primera entre febrero y abril, y la segunda entre septiembre y noviembre, y la caída de sus flores tapiza con un bello manto las calles y jardines.
Este magnífico, imponente y exótico árbol de tronco inmenso y largo, cuyas ramas parecen raíces, es nativo de África tropical, en especial, de las zonas al sur del desierto del Sahara, y es símbolo de resistencia y tolerancia, de vida comunitaria y de longevidad.
Los baobabs son el orgullo de África y hace siglos son utilizados como lugar de encuentro de las comunidades del continente. Es un árbol al que se le atribuyen propiedades mágicas, y todas sus partes son aprovechadas, pues su corteza produce fibras para hacer ropa, lazos y cuerdas; sus frutas y hojas son comestibles y tienen propiedades medicinales; su madera es muy combustible, y en su vejez los troncos se ahuecan y pueden almacenar más de seis mil litros de agua, vitales en época de sequía.
Las iguanas ocupan el territorio que va desde México hasta Brasil, y son uno de los reptiles más característicos de la fauna colombiana, por esto se han convertido en inspiradoras de cuentos, leyendas y canciones locales.
Seguramente, tanto en el campo como en la ciudad, hemos podido ver sus largas colas, su color verde intenso y su habilidad para trepar árboles. Ellas usan su color y las rayas de su cola para camuflarse, y si son detectadas, pueden desprender su cola para distraer la atención de sus depredadores y huir rápidamente. Las iguanas son de gran importancia biológica ya que se alimentan de frutas e insectos, así dispersan semillas y controlan las poblaciones de grillos y escarabajos.
El nombre científico del ibis eremita Geronticus eremita proviene del griego geron que significa “anciano” en alusión a su cabeza calva y eremita que quiere decir “desierto”, en referencia a los lugares áridos donde viven estas aves. Esta extraña ave zancuda solo vive en estado silvestre en Marruecos, Siria y Turquía, y desafortunadamente, debido a la rápida desaparición de sus poblaciones, se considera una especie en peligro crítico de extinción.
Su estrafalario aspecto hizo que desde la antigüedad, el ibis eremita no pasara desapercibido. Algunas historias cuentan que fue adorado por los egipcios. Es un ave tan antigua, que se han encontrado fósiles de 2 millones de años de antigüedad en las costas del mar Mediterráneo.
Este hermoso río colombiano, llamado también el río de los cinco colores y el río que escapó del paraíso, tiene la singularidad de que sus aguas, transparentes la mayor parte del año, se visten durante la temporada de lluvias de una bellísima paleta de colores: rojo, amarillo, verde, azul y negro. Este espectáculo se debe a una planta acuática que vive en sus aguas, llamada Macarenia clavigera, que produce tan vistosos colores en sus hojas.
El río fluye por la Sierra de la Macarena, en el departamento colombiano del Meta, donde confluyen la Orinoquia, la Amazonía y el Bosque Andino. Allí viven más de 300 especies animales, entre las que se cuentan 80 especies de peces, 24 de anfibios y 27 de reptiles.
Su nombre, que proviene de la lengua guaraní, significa Agua Grande, y son consideradas una de las siete maravillas naturales del mundo. Están conformadas por 270 cataratas, que tienen un ancho aproximado de 4 kilómetros, y alturas que van de los 40 a los 82 metros. Su caudal de aguas promedio es de 150.000 litros por segundo. Las cataratas del Iguazú están localizadas en el río del mismo nombre, entre la provincia argentina de Misiones y el estado brasileño de Paraná.
Las cataratas atraen a más de un millón trescientos mil turistas al año, y conservan 450 especies de aves, 80 de mamíferos y una gran variedad de insectos, así como helechos, cañas, musgos, orquídeas de oro, bromelias y bejucos con flores trompeta.