Los caballos disfrutan de la compañía de otros. Entre ellos se dedican a olerse, rascarse, lamerse y darse cariñosos mordiscos. También se asean mutuamente quitándose el pelambre muerto, especialmente de los lugares que no pueden alcanzar por sí mismos. Los gestos de afecto hacen parte esencial de la vida cotidiana en los caballos: aparte de ayudarles a mantenerse aseados, afianzan sus lazos y ayudan a mantener la dominancia entre los miembros de la manada sin recurrir a la violencia. El acicalamiento es muy efectivo para reducir la tensión entre ellos: después de unas cuantas caricias, el corazón agitado de un caballo comienza a latir más lento.
Estos mamíferos voladores viven en cuevas en grupos enormes. Ven muy poco, y sin embargo, vuelan con maestría evadiendo todos los obstáculos en plena oscuridad. Comparten la comida entre ellos y cuidan entre todos de las crías. Se contemplan y acicalan pasando su lengua por la espalda, la cabeza, las orejas, el cuello y el abdomen de sus vecinos.
En esta especie solo una hembra puede tener crías, y cuando va a parir, todos en su familia se esfuerzan por cuidarla y ayudarla. Los machos vigilan a las crías mientras la hembra descansa. Si tienen hambre, las llevan a donde su madre para que las amamante, y si hay que marchar, machos y hembras se encargan de transportar a los pequeños en sus espaldas. Ellos se miman unos a otros rascándose y limpiándose el pelaje.