Cada ser vivo necesita un hábitat, es decir, un lugar determinado para vivir y satisfacer sus necesidades de alimento, agua, abrigo, protección y reproducción.
Cada hábitat tiene unas condiciones ambientales únicas y especiales que se caracterizan por la clase de clima que allí reina, la calidad de los suelos, la abundancia o escasez de agua y la topografía del terreno. Cada ser vivo se adapta a las características de un determinado habitat para poder vivir en él. Pero ese organismo no está solo y su vida está condicionada por las relaciones que establece con los individuos de su misma especie, con los de otras especies y con el ambiente que lo rodea. El conjunto de esas relaciones se conoce como ecosistema. Cada ser vivo hace parte de un ecosistema y cumple unas funciones que son esenciales para mantener el equilibrio de la naturaleza. Aunque la mayoría de las veces desconocemos cuáles son estas relaciones los hilos que tejen la vida en el planeta son asombrosos. NO estamos solos: todos los seres que habitamos La Tierra estamos relacionados formando una inmensa y maravillosa cadena, lo que afecta a uno nos afecta a todos.
Algunas relaciones que tejen la trama de la vida en el planeta son tan sutiles, que la mayoría de las veces no las percibimos. Por ejemplo: las dos terceras partes del oxígeno del planeta que necesitamos todos los seres vivos para respirar son producidas por el fitoplancton que vive en los mares. Además, para que se condense el agua, se formen las nubes y se produzca la lluvia, es necesario que existan en la atmósfera diminutas partículas sólidas que actúan como núcleos de condensación; lo fascinante es que estas partículas están compuestas de sulfuro de dimetilo, que es producido por el plancton marino. Aparentemente no existe ninguna relación entre el plancton marino y el oxígeno que respiramos o la lluvia que baña la tierra y riega los sembrados, pero ya vemos que hay una relación asombrosa entre estos fenómenos. Descubrir y conocer estas relaciones es clave para conservar la vida en la Tierra. Por ejemplo, la contaminación del mar puede afectar el plancton y, por lo tanto, la producción de oxígeno del planeta y la abundancia o escasez de las lluvias. Por eso, debemos cuidar el agua y no contaminarla porque la vida del planeta es una responsabilidad de todos.
Un ecosistema puede ser pequeño o grande, terrestre o acuático, tener pocos o muchos individuos: un bosque, un pastizal, una charca, la cuenca de un río son ecosistemas. Los bosques, por ejemplo, son ecosistemas donde vive una gran diversidad de plantas y animales que establecen relaciones muy complejas entre ellos. En los bosques maduros y en las selvas, la vegetación forma una especie de edificio, cuyos pisos se conocen como estratos; en cada estrato viven diferentes especies de animales y allí se alimentan, se reproducen, hacen sus nidos y descansan. En ocasiones, cuando se tala un área de un bosque, quedan parches aislados o fragmentos de bosque: esto se conoce como fragmentación y pone en peligro la vida de las especies que viven allí, porque se interrumpen las relaciones o interacciones que tenían con otras especies, se rompen las cadenas alimentarias, los ciclos reproductivos, la cooperación entre las especies.
Igual sucede en los ecosistemas acuáticos: las plantas y los animales que viven allí establecen complejas relaciones entre ellos, pero todos dependen de la calidad del agua, de la temperatura, de la luz, etc.
Se considera que la desaparición de una especie no sólo la involucra a sí misma, sino que afecta a todas aquellas especies que tenían relaciones con esa forma de vida. Se calcula que por cada variedad de planta que desaparece se ponen en peligro de extinción de 10 a 30 especies de plantas y animales que dependen de ella para su supervivencia.