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El árbol de manzanas

El árbol de manzanas

 

Anónimo

arbol de manzanas

 

Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de él. A veces trepaba al árbol hasta el tope, otros se refrescaba en su sombra. El niño amaba al árbol y el árbol amaba al niño.

Pasó el tiempo y el pequeño niño creció y nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol.

Un día el muchacho regresó y escuchó que el árbol le preguntó:

“¿Vienes a jugar conmigo?”, pero el muchacho contestó: “ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos”.

“Lo siento, dijo el árbol, pero no tengo dinero. Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera, obtendrás el dinero para tus juguetes”.

El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero, y el árbol volvió a ser feliz.

Pero el muchacho no regresó y el árbol volvió a estar triste.

Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó: “¿Vienes a jugar conmigo?”

“No tengo tiempo para jugar. Debo trabajar para mi familia. Necesito una casa para vivir con mi esposa y mis hijos.

¿Puedes ayudarme?”…

“Lo siento, —dijo el árbol—, no tengo una casa, pero tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa”.

El joven cortó todas las ramas y el árbol fue feliz nuevamente. Pero el joven se perdió y el árbol volvió a estar triste y solitario.

Cierto día de un cálido verano, el hombre regresó y el árbol estaba encantado.

“Vienes a jugar conmigo?”, le preguntó el árbol.

El hombre contestó: “estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno?”

El árbol contestó: “Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz”.

El hombre cortó el tronco y construyó el bote. Luego se fue a navegar por un largo tiempo.

Finalmente, regresó después de muchos años y el árbol le dijo: “Lo siento mucho, pero ya no tengo nada qué darte, ni siquiera manzanas”.

El hombre replicó: “no tengo dientes para morder ni fuerza para escalar. Ya estoy viejo”.

Entonces el árbol, con lágrimas en los ojos, le dijo: “ya no puedo darte nada. Sólo me quedan mis raíces muertas”.

Y el hombre contestó: “Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años”.

“Bueno, las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar”.

Y el manzano replicó: “Ven, siéntate conmigo y descansa”.

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