El ciclo de la vida de los animales inicia con el encuentro entre dos individuos de una misma especie. Su propósito es reproducirse y transferir sus genes a la siguiente generación.
El encuentro suele comenzar con el cortejo, un ritual con el que se atrae la atención de uno o varios miembros de la especie, y con el que se anuncia la disposición de aparearse.
Durante el cortejo, los animales se vuelven obsesivos, cantan, danzan, construyen nidos, pelean o exhiben sus mejores adornos. Estas exhibiciones de fuerza, belleza y habilidad les permiten escoger cuál individuo es mejor para formar una pareja, y así tener las crías más saludables posibles.
Existen tantas estrategias de cortejo como especies animales, pero hay unas que llaman la atención por ser todo un espectáculo, como la del pavo real, que despliega su cola de hermosos colores para seducir a su pareja, o la del caballo, que se para sobre sus patas traseras y se mueve de manera nerviosa, dejando ver toda la fortaleza de su cuerpo mientras persigue a una yegua.
La reproducción de las especies es muy variada. En algunas, los encuentros entre machos y hembras duran poco, y después del cortejo y la fecundación se separan para siempre. Pero hay otras que forman parejas de por vida, en las que comparten responsabilidades en la crianza de sus hijos, cuidan el uno del otro en situaciones de peligro, se acarician y forman un lazo de afecto muy fuerte.
Las muestras de afecto no solo se dan durante el cortejo y el apareamiento. En algunas especies, como los monos, estas manifestaciones se dan en la cotidianidad. Ellos suelen reunirse para espulgarse unos a otros, acicalarse y mimarse mientras disfrutan de la vida en comunidad.
La construcción del hogar es otro momento determinante en la vida de los animales. En esta labor ponen todo su esmero y dedicación para asegurar que sus crías tengan un lugar seguro y confortable para nacer y empezar la vida.
¿Oyes el canto de ese pájaro a través de la ventana? Tal vez está llamando a su hembra. Si miramos con atención a nuestro alrededor es probable que descubramos en muchos animales sus formas de cortejar y construir hogares.
Cuando un macho se acerca al lugar del cortejo va dispuesto a demostrar que es el mejor. Al llegar, exhibe la cresta y su hermoso plumaje de color rojo, y luego canta y baila esforzándose por mostrar sus mejores atributos. Otros machos hacen lo mismo. Las hembras, de discreto color pardo, posadas en las ramas de los árboles, observan la competencia, hasta que, seducidas, escogen al macho que más les gusta y se lo llevan al nido, en una de las profundas cañadas de los bosques húmedos de la Cordillera de los Andes.
Esta ave recibe su nombre por la curiosa forma de sus nidos, que cuelgan de los árboles como mochilas. Los machos andan por las ramas espantando a sus rivales, mientras las hembras son las que tejen estas bellezas. Estos nidos son resistentes, frescos y cómodos para los polluelos, y al mismo tiempo los protegen de los depredadores y el clima.
Símbolo de la fidelidad en el amor, el cisne es uno de los animales que elige una sola pareja para toda la vida.
A pesar de viajar grandes distancias y de separarse por largos períodos de tiempo, vuelven a encontrarse para estar juntos otra vez, construir su nido e incubar sus huevos. En el ritual de cortejo, el cisne alza y abre sus alas haciéndolas temblar, menea la cabeza y emite fuertes graznidos.
Las guacamayas tienen la misma pareja toda su vida. Todo lo hacen juntos: volar, comer, jugar, beber agua, asearse el uno al otro y mimarse. Es tanta su complicidad que solo se separan cuando uno de los dos busca comida, mientras el otro incuba los huevos o cuida a los polluelos. Cuando el macho corteja a su pareja mueve las patas, menea la cabeza, dilata las pupilas y “alborota” las plumas de su cabeza.
Los caballos disfrutan de la compañía de otros. Entre ellos se dedican a olerse, rascarse, lamerse y darse cariñosos mordiscos. También se asean mutuamente quitándose el pelambre muerto, especialmente de los lugares que no pueden alcanzar por sí mismos. Los gestos de afecto hacen parte esencial de la vida cotidiana en los caballos: aparte de ayudarles a mantenerse aseados, afianzan sus lazos y ayudan a mantener la dominancia entre los miembros de la manada sin recurrir a la violencia. El acicalamiento es muy efectivo para reducir la tensión entre ellos: después de unas cuantas caricias, el corazón agitado de un caballo comienza a latir más lento.