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El duraznero

El duraznero

Leonardo da Vinci (Italia)

Un árbol de duraznos que crecía junto a un nogal observaba con envidia las ramas llenas de nueces de su vecino.

—¿Por qué el nogal da tantos frutos y yo tan pocos? No es justo. Trataré de superarlo.

—No abuses de ti mismo —le respondió un tierno ciruelo que había oído sus quejas—. ¿No ves cómo son de vigorosas las ramas y cómo es de fuerte el tronco del nogal? Cada cual produce de acuerdo con su fuerza. Piensa más bien en ofrecer buenos duraznos. No es la cantidad lo que más importa, sino la calidad.

Sin embargo, el durazno no soportaba la envidia y no quiso escuchar. Ordenó a sus raíces sacar más sustancia de la tierra; a sus filamentos, absorber más savia; a sus ramas, echar más flores; y a estas, transformarse en más frutos, hasta que finalmente llegó el momento en que estuvo cargado de duraznos por todos lados.

Pero los duraznos maduros pesaban demasiado y las ramas no podían soportarlos, ni el mismo tronco pudo con aquellas ramas sobrecargadas de frutas. Gimiendo, el árbol de durazno se torció y luego, con gran estruendo, el tronco se partió en dos y todos sus frutos rodaron al pie del nogal.

(Ilustración: Carolina Bernal C.)

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