Los seres humanos utilizamos palabras, sonidos, gestos y movimientos para comunicarnos. Así mismo, cada especie animal tiene su propio ‘lenguaje’ compuesto de voces, gestos, sonidos, movimientos y olores. Algunas especies emplean colores especiales para comunicarse, como lo hacen los calamares. El lenguaje sirve para conseguir o pedir alimento, llamar a las crías, reconocerse, cortejar a una pareja, dar aviso de alarma o defender un territorio.
Las señales sonoras se transmiten fácilmente a través de una vegetación densa, de la niebla, de la oscuridad e incluso del agua.
Cada especie de ave tiene un canto diferente, y la variedad y complejidad de sus cantos demuestra que tienen el sentido del oído muy desarrollado. Aves nocturnas, como las lechuzas y el currucutú, tienen un oído tan afinado que pueden detectar el mínimo movimiento que hace un ratón en la oscuridad y cazarlo fácilmente.
Los insectos frotan una parte del cuerpo con otra, por lo general alas y patas, y producen vibraciones y sonidos con diferentes ritmos e intensidades que les permiten emitir variados mensajes. Más de 10.000 especies de insectos utilizan el ‘canto’ o las vibraciones para llamar y atraer sexualmente a su pareja. Un grillo macho, por ejemplo, frota sus patas delanteras y produce un chirrido con el propósito de atraer a la hembra o expulsar a un rival. Las lechuzas pueden girar su cabeza casi 180 grados cuando están atentas a algún sonido.
Los monos y los humanos, ambos primates, utilizan para comunicarse una muy variada combinación de gestos, expresiones y señales sonoras.
Las ballenas jorobadas y los delfines se comunican por medio de ‘cantos’ que pueden escucharse a muchos kilómetros de distancia. Sólo los machos de las ballenas cantan, cada canción puede durar 30 minutos, y repetirla muchas veces. Los científicos han descubierto que las ballenas recuerdan una misma canción año tras año, cambiándola y agregándole nuevas partes.
Los murciélagos se orientan en la oscuridad por medio de ultrasonidos que emiten y chocan contra las paredes, los seres y los objetos de la cueva o el sitio en donde vuelan; los ultrasonidos rebotan y se devuelven como un eco que les permite elaborar en su mente un ‘mapa’ o ‘imagen’ del lugar, para evitar chocar contra los obstáculos y localizar y capturar a sus presas.
Los adultos y las crías de ciertas especies tienen un lenguaje elaborado a base de sonidos, que les permite reconocerse mutuamente en medio de una multitud, dar aviso de peligro, solicitar alimento. Algunos hablan con su madre antes de nacer: los pollitos hacen ruidos estando en el cascarón y la gallina les contesta; las crías de cocodrilo producen sonidos cuando están listas para nacer, para que su madre desentierre los huevos y ellas puedan salir.
Algunas especies tienen voces que pueden ser reconocidas por otras especies: cuando los micos y algunas aves en la selva notan la presencia de algún depredador dan la voz de alarma, y esta señal de peligro es reconocida por otros animales que huyen con ellos.
Los perros y los lobos hacen gestos que tienen un significado claro: erguir las orejas para que apunten hacia adelante y levantar la cola significa liderazgo. Las orejas agachadas y la cola metida entre la patas traduce sumisión. Tirarse al suelo durante una pelea y dejar el cuello expuesto al rival expresa derrota.
La vistosa coloración del plumaje de las aves indica que ellas tienen una gran capacidad para distinguir los colores. Machos de muchas especies de aves exhiben vistosos plumajes y entonan cantos melodiosos, para atraer y cortejar a la pareja. Los pavos reales machos, por ejemplo, danzan cerca de la hembra y la atraen desplegando su cola en forma de abanico, para mostrar mejor sus plumas azules y verdes, que tienen un ojo dibujado en las puntas. Muchos peces se tornan de colores brillantes durante la época de apareamiento, para llamar la atención de las hembras.
En el reino animal las señales y los gestos son innumerables. Los osos y los felinos como el jaguar, el puma, los tigrillos y el gato de monte delimitan su territorio con el olor de la orina y de los excrementos y con las marcas que hacen con las garras en la tierra y en los troncos caídos. Los osos hormigueros se sientan sobre sus patas traseras y lanzan manotazos al agresor. Los hipopótamos y elefantes marinos abren sus enormes bocas, para asustar a otros machos y alejarlos de su territorio.
El olfato sirve para reconocer a las crías, buscar alimento, encontrar pareja y percibir el peligro.
Cada animal posee glándulas odoríferas, que producen señales químicas olorosas con un gran poder de comunicación. Estas glándulas se encuentran en distintos lugares del cuerpo, según la especie: en los flancos, en la espalda, en la cabeza, debajo de la cola o las patas, entre los cuernos, debajo de los ojos, etc.
Estas señales químicas, llamadas feromonas, son tan poderosas que liberadas en el aire o en el agua, a través de la orina, del sudor o de otras secreciones corporales, pueden influir en el comportamiento de otro animal, ya sea para atraerlo o espantarlo.
Los perros, que tienen un olfato altamente desarrollado, orinan con frecuencia en los troncos de los árboles y en las piedras, para marcar el territorio e indicarles a otros perros que ese lugar ya tiene dueño. Un perro sabe por el olfato qué personas y animales pasaron por allí y puede seguir sus rastros. Un perro macho puede detectar, a varios kilómetros de distancia, el olor de una hembra en calor, salir en busca de ella y encontrarla.
Los gatos, los zorros, los perros de monte, los tigrillos, los pumas, las nutrias, los osos andinos u osos de anteojos, los puercos de monte (tatabras y saínos) y los mapaches, también tienen el sentido del olfato muy desarrollado y marcan su territorio por medio de sustancias olorosas, orines y excrementos.
Los osos hormigueros tienen una visión limitada, pero poseen un excelente sentido del olfato que les sirve para orientarse, localizar el alimento, detectar depredadores y encontrar una pareja. Lo mismo sucede con los armadillos, que ven muy poco pero gozan de un olfato muy desarrollado que les sirve para encontrar hormigas, termitas y larvas de insectos.
Hay animales sociales, como los monos o micos y algunas especies de insectos, para los que el tacto y el contacto corporal son especialmente importantes. Muchas especies de monos suelen abrazarse, tocarse, empujarse, morderse, besarse y acicalarse para limpiarse unos a otros. Esto ayuda a fortalecer los lazos afectivos y a establecer rangos sociales en la manada.
En los elefantes la trompa juega un papel muy importante, las crías se demoran mucho tiempo para aprender a manejarla y durante las caminatas, emplean la trompa para pegarse de la cola de su madre como si fueran ‘cogidas’ de la mano. En una manada de elefantes, los vínculos afectivos son muy fuertes, además de emplear su larga trompa para arrancar el pasto y llevárselo a su boca, recoger agua, bañarse y darse baños de polvo para controlar los parásitos, la emplean para saludarse y acariciarse.
Cuando el macho de una serpiente encuentra a una hembra receptiva, la corteja pasando por encima de ella varias veces para frotar sus pieles, y luego alinea su cola con la de ella para que se pueda producir el apareamiento.
Los miembros de una colonia de hormigas se lamen y se rozan a cada momento; estas actividades refuerzan los vínculos sociales entre los miembros del hormiguero.
Los escorpiones y alacranes tienen en sus patas pelos sensitivos que detectan vibraciones y los ayudan a encontrar a sus presas.