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El origen de los cantos

El origen de los cantos

 El origen de los cantos

(REGIÓN PACÍFICA)

En los tiempos aciagos de la esclavitud la vida de los negros era muy dura y estaba llena de penurias, maltrato y discriminación. Uno de esos días, una joven esclava se encontraba buscando oro en las arenas del río Güelmambí. Se sentía fatigada y apesadumbrada. Había laborado arduamente toda la jornada pero no había conseguido mayor cosa que entregar al amo blanco; el sol estaba a punto de ocultarse.

De pronto, un pájaro de plumajes vistosos se posó en la rama de un árbol y se puso a gorjear alborozadamente. Se diría que tenía el vehemente propósito de encender la alegría en el corazón acongojado de la minera. Ella escuchó con fascinación las tonadas de aquella ave desconocida y comenzó a imitarla. A medida que entonaba aquellas extrañas melodías su corazón iba mudando de sentimientos y una intensa media luna de sonrisa iba dibujándose en su rostro.

 

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En la noche, mientras intentaba conciliar el sueño recostada en su estera, la joven negra se dedicó a silbar las melodías que había aprendido aquella tarde. Los mineros del barracón la escucharon maravillados y le pidieron que volviera a entonarlas una y otra vez. Ella lo hizo a cambio de un poco de oro. Y también les relató las circunstancias en las cuales las había aprendido.

Los mineros no tardaron en memorizarlas. Realmente estaban desconcertados con la armonía y la belleza de aquellas melodías. Notaron que la tristeza iba siendo desalojada de sus corazones, y en su lugar la alegría se instalaba rápidamente. En adelante, cada vez que los invadía el desasosiego, recordaban las canciones que aquel misterioso pájaro había enseñado a la joven minera y no volvieron a sentir más tristeza, a pesar de los sufrimientos y humillaciones.

Al poco tiempo, esas tonadas prodigiosas se difundieron fácilmente por los pueblos de la región; los poetas les inventaron letras y estribillos y los marimberos les hicieron ingeniosos arreglos musicales. Desde entonces, en la costa pacífica tenemos música para cada acontecimiento importante de nuestra vida y cantamos y bailamos todo el tiempo para mitigar las penas y espantar las tristezas.

 

Helmer Hernández Rosales.

Publicado en: La creación de Tumaco y otros relatos del Pacífico.

Pasto. Yo mismo editor, 1999.

Ilustración: Nadir Figueroa

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