Cuento tradicional
En un reino muy lejano vivía un rey a quien le faltaba la oreja derecha. Pero como él era muy vanidoso, no quería que nadie lo supiera. Así que siempre tenía puesta una larga peluca de rizos negros. La única persona que conocía su secreto era el viejo peluquero del pueblo, que iba al palacio una vez al mes, y de noche, para cortarle el pelo.
Un día, el viejo peluquero se enfermó y dos semanas después murió. El rey se entristeció, pues ya no tenía una persona de confianza que lo peluqueara.
Pasaron dos, tres y cuatro semanas, y las canas blancas comenzaban a asomarse por debajo de la peluca. El rey comprendió que debía buscar un nuevo peluquero. Así que envió a sus guardias el día de mercado a pegar un cartel en medio de la plaza que decía: “Se busca joven peluquero hábil y reservado”.
Esa noche llegó al palacio un joven peluquero. Y cuando comenzó a cortarle el pelo, descubrió que al rey le faltaba una oreja.
—Si se lo dices a alguien —dijo el rey con mucha seriedad—, te mando a matar.
El nuevo peluquero salió del palacio con este gran secreto.
“El rey es mocho”, pensaba, “pero no puedo decírselo a nadie. Es un secreto entre el rey y yo”. Sin embargo, no podía dejar de pensar en el secreto y quería contárselo a todos sus amigos.
Cuando sintió que ya no podía guardar más el secreto porque le iban a salir letreros por la boca, corrió a la montaña, abrió un hueco en la tierra y grito durísimo dentro de este: “¡El rey es mocho!”. Luego tapó el hueco y enterró el secreto. Por fin se sintió tranquilo y bajó al pueblo.
Pasó el tiempo y en ese lugar creció una linda planta de carrizo. Un muchacho que cuidaba cabras pasó por ahí y cortó una caña para hacerse una flauta. Cuando estuvo seca la caña, sopló y la flauta cantó: “El rey es mocho, no tiene oreja, por eso usa una peluca vieja”. El muchacho estaba feliz con esa flauta que cantaba con solo soplarla. Así que cortó varias cañas, preparó otras flautas y bajó al pueblo a venderlas.
Cada flauta, al soplarla, cantaba: “El rey es mocho, no tiene oreja, por eso usa una peluca vieja”. Y de esta forma, todo el pueblo se enteró de que al rey le faltaba una oreja.
El rey, al conocer el suceso, se enojó. Subió a la torre y se encerró un largo rato para pensar qué debía hacer. Así que reflexionó, caviló y meditó. Luego bajó, se quitó la peluca y dijo:
—La verdad es que las pelucas te acaloran la cabeza.
Y así, desde ese día, solo volvió a usar su larga peluca de rizos negros en el carnaval.
(Ilustración: Carolina Bernal C.)