(Bucaramanga, Santander, 1928 – Bogotá, 2003)
“La dignidad de las mujeres depende de la posición asumida por ellas mismas”.
A los cuatro años, en la biblioteca de su padre, Elisa Mújica aprendió a leer, y gracias a esto descubrió algo que marcaría su vida: el libro Las mil y una noches, en el que encontró cuentos fantásticos del Medio Oriente como “Aladino y la lámpara maravillosa”, “Simbad el Marino” y “Alí Babá y los cuarenta ladrones”.
Esta lectora precoz nació en Bucaramanga, la capital del departamento de Santander; “una pequeña ciudad en la que todos nos conocíamos y nos teníamos confianza; donde las chicharras cantaban al mediodía desde los árboles de mango y colgaban las frutas doradas de los árboles de pomarrosa a los que no nos prohibían trepar”. Allí vivió, junto a sus padres y tres hermanas, hasta los ocho años, cuando la familia se mudó a Bogotá en busca de mejores oportunidades.
Su adaptación a la capital del país fue instantánea, pues pronto descubrió varias librerías en las que siguió cultivando su gusto por la literatura; y ya no solo leía, sino que creaba sus propios textos. En el bachillerato escribió sus primeros intentos de novelas, pero al morir su padre, cuando tenía 14 años, tuvo que abandonar tanto el colegio como su pasatiempo, para trabajar y así ayudar con las obligaciones económicas del hogar.
El primer trabajo que tuvo fue en el Ministerio de Comunicaciones, para el que debió aprender mecanografía, es decir, a escribir ágilmente en máquina. Después trabajó como secretaria para un hombre muy importante, Carlos Lleras Restrepo, quien luego sería presidente de la República, y, posteriormente, viajó a Ecuador, donde se incorporó como secretaria en la Embajada de Colombia en Quito.
En Ecuador escribió su primera novela, Los dos tiempos, publicada en 1949, que narra la historia de una colombiana que viaja a Quito, como ella, y allí se enamora de un hombre que la hace cuestionar su vida y la realidad social y política que la rodea. Esta novela marcó un antes y un después en la literatura colombiana, ya que se ocupaba de asuntos femeninos, considerados como menores y sin mayor importancia. Mújica pensaba lo contrario, para ella era fundamental mostrar que las mujeres tenían otras posibilidades: podían ser solteras, independientes, disfrutar de la soledad y de la ausencia de esposos e hijos, tal y como le ocurría a ella, que había decidido que su lugar en el mundo estaba en la escritura. Esto, según decía, no la hacía infeliz, y era una opción tan válida como la de las mujeres que optaban por casarse. Mújica les dedicó esta novela a su madre y a su gran amiga Carolina Cárdenas, una dibujante y ceramista colombiana, a quien la escritora bumanguesa definía como “una mujer casi mítica, misteriosa e inalcanzable”.
En 1952 viajó a España como corresponsal del periódico El Tiempo, en el que mantuvo por varios años una sección de reseñas bibliográficas en la que comentaba libros de distintos autores y hacía recomendaciones a los lectores. En este país leyó sobre la vida de santa Teresa de Jesús: se convirtió “en uno de mis personajes entrañables, como únicamente son aquellos a quienes veneramos por su superioridad incuestionable, pero en los que a la vez presentimos una secreta e increíble afinidad”. Este descubrimiento la volvió a acercar a la Iglesia católica y la inspiró a escribir un texto titulado La aventura demorada. Ensayo sobre Santa Teresa de Jesús.
Al volver a Colombia se convirtió en la primera mujer en ocupar un cargo directivo en el país: fue la gerente de la Caja Agraria de Sopó, un municipio de Cundinamarca. Este hecho evidencia que no solo sus personajes femeninos demandaban un espacio central en la sociedad, sino que ella misma se encargó de dar ejemplo. Posteriormente, trabajó como bibliotecaria en dicha institución bancaria, lo que le permitió seguir en contacto con su vocación literaria.
A la par de sus ocupaciones laborales, escribió su segunda novela, titulada Catalina, la cual se desarrolla durante un momento histórico en el que las mujeres no eran ciudadanas y no podían votar. La narración es protagonizada por una mujer atípica para su época: independiente, solitaria, lectora y con una enorme pasión por los caballos. Catalina representaba a una generación de mujeres que cuestionaba el papel que la sociedad conservadora les había asignado, y quienes decidieron buscar, en contra de todo, su libertad. La escritora presentó esta novela para un premio de literatura, en el que ocupó el segundo puesto. A pesar de no haber ganado, el jurado recomendó que la novela fuera publicada, ya que era pionera de la literatura femenina, rompía con las tradiciones establecidas y tenía una mirada crítica con respecto a la realidad de la mujer colombiana.
Además de novelas, escribió cuentos, ensayos y relatos infantiles como La Expedición Botánica contada a los niños, libro en el que muestra la diversidad biológica, así como la riqueza etnográfica y cultural de Colombia, y cuyo propósito es acercar a niños y jóvenes a una de las experiencias más apasionantes que se han dado en América: la Expedición Botánica, dirigida por José Celestino Mutis, cuyo objetivo fue clasificar y registrar la flora y fauna del Nuevo Reino de Granada, territorio que hoy se llama Colombia.
En 1982 fue elegida como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, en la que, hasta entonces, solo había sido admitida otra mujer, y también de la Real Academia Española. En 1998 obtuvo la Orden de Boyacá, la máxima condecoración que otorga el Gobierno de la República. Con respecto a los homenajes, la escritora se limitaba a decir, con humildad: “He hecho lo que he podido”.
Elisa Mújica hizo mucho más de lo que, quizás, dimensionó. Publicó 18 libros de géneros literarios diversos, en los que demostró que las mujeres podían ser, al mismo tiempo, creadoras de textos y su fuente de inspiración. Y aunque fue una lucha difícil, según contó en una de sus últimas entrevistas, pudo expresar su verdad, una verdad femenina con enorme valor. El último objeto que sostuvo en sus manos antes de morir fue un libro de canto: no podía leerlo, pero sentía la compañía de las letras a las que dedicó su vida.
(Ilustración: María Luisa Isaza G.)