Los satélites son eso: antenas flotando en el cielo. Los hombres las aprovechan desde que aprendieron a controlar las leyes de la gravitación universal. Lo que hicieron fue copiar el sistema que permite a la Luna, por ejemplo, estar donde está, sin dejarse caer ni perderse en el espacio.
Los satélites están ubicados a 35.800 kilómetros de la Tierra. Hacen las veces de antenas de retransmisión de señales de alta frecuencia desde el espacio. Reciben la señal de una antena en Tierra, la amplifican y la devuelven a otra estación en Tierra.
Con ellos, la transmisión de señales de televisión, datos, llamadas telefónicas, se puede hacer a cualquier lugar del planeta con gran precisión y sin importar las condiciones atmosféricas. Se superan así los obstáculos propios de la superficie terrestre y de la curvatura del planeta. Son ayuda fundamental en la aviación y la navegación marítima.
Las charlas vía satélite son un poco raras. Como el satélite está tan lejos, la voz se demora en subir y volver a bajar. Hay que hablar y esperar unos segundos mientras la otra persona recibe el mensaje y llega la respuesta. Si uno no espera y se pone a repetir, creyendo que no le han oído, se arma un desorden: las dos personas hablando al mismo tiempo.
Es lo que ocurre en las transmisiones vía satélite por televisión. La presentadora saluda al periodista que está en el lugar de los hechos. El televidente piensa que se distrajo porque no responde el saludo de manera inmediata. Lo que realmente pasa es que se demora en escucharlo. ¡El saludo debe ir y volver del espacio!.