El recién nacido no sabe todavía lo que es un juguete, pero para él todo es juego. Y el juego, hasta el más sencillo, le produce enorme placer. Juega ante todo con su propio cuerpo, que está descubriendo, y con el de su madre que lo provee de alimento, de calor, de compañía y de afecto.
Como tiene todos sus sentidos despiertos, el bebé juega a mirar la cara de las personas que se le acercan y todos los objetos que se mueven a su alrededor; se deslumbra con los colores y el movimiento, siente las caricias, escucha las voces de las personas y empieza a diferenciarlas, aprecia los olores y degusta el sabor de la tibia leche que llega a su boca.
Los objetos que cuelgan arriba de su cama son juguetes importantes para él porque tienen movimiento, que los hace atractivos. Le gusta apreciar los colores en los objetos que se mueven.
Todos los sonidos le fascinan y atraen su atención, sobre todo si son amables y rítmicos, como el del corazón de su madre, el sonajero, la música suave, las voces melodiosas, los arrullos y las canciones.
Las hamacas, columpios y mecedoras son los lugares preferidos para dormir al recién nacido. El movimiento le recuerda el sonido de la madre en donde vivió durante varios meses. El ritmo del mecido lo tranquiliza, le da seguridad y le ayuda a dormir.
Una de las mejores cosas que usted puede hacer por su bebé es hablarle. Háblele mientras le cambia los pañales o lo baña, mientras lo carga y mientras lo duerme. De este modo usted contribuye desde sus primeros días al desarrollo del lenguaje.