Cuando tenía 13 años, Rosa María Jerez aprendió de su madre a trabajar el barro como todos sus vecinos de Ráquira, ciudad famosa por sus artesanías desde los tiempos precolombinos. Pero después de haber aprendido la técnica decidió que no iba a hacer los mismos vasos y jarrones que todos hacían. Ella quería ser escultora.
Desde muy joven, Rosa María no sigue ningún molde conocido y solo hace los modelos que ella misma inventa. Por eso, cada vez que interviene el barro hace algo nuevo y distinto. De sus manos creativas salen castillos, radios, vírgenes y mujeres que se parecen a ella.
Todas estas esculturas las guarda en un pequeño cuarto de su casa campesina que queda en la parte alta de Ráquira, en una vereda del resguardo occidental. Cuando es necesario, las empaca con cuidado, las baja de la montaña y las lleva con mucho orgullo a las exposiciones y a las ferias de artesanías.
Hoy en día es reconocida como artista, y eso le permite vender sus obras a un buen precio. Y aunque como todos en Ráquira sabe hacer ollas, materas y jarrones, prefiere crear sus esculturas porque puede venderlas como obras exclusivas.