Una mujer quería subir a la montaña con sus hijos durante las vacaciones y estuvo pensando en lo que deberían llevar.
Quería pensar en todo: por ejemplo, podría haber lluvia.
Entonces necesitarían impermeables, calzado para cambiarse y medias.
Podría hacerse de noche demasiado pronto.
La mujer alistó una linterna para cada uno.
También podría suceder que se perdieran y tendrían que pasar la noche al aire libre.
La mujer metió una carpa y sacos de dormir, junto con un hornillo de alcohol, una olla grande y alimentos para unos días.
¿Y si uno de ellos se enfermara o hiriera en el camino?
Era imprescindible tener medicinas para diferentes enfermedades y vendajes.
También se le ocurrió a la mujer que podría haber niebla en el camino.
Así que ató a los niños a una cuerda fuerte y se colgó al cuello una bocina para la niebla.
De este modo subieron a la montaña, y se arrastraban unos a otros y jadeaban y sudaban. Pero no llegaron muy lejos. La mujer piso una boñiga de vaca y, como iba muy cargada, se resbaló cuesta abajo con los niños tras ella, atados a la cuerda.
En la boñiga del camino no había pensado la mujer.