Miles de millones de años necesitaron las células que se organizaron en grupos, para transformarse en animales parecidos a los que conocemos hoy. La mayoría eran invertebrados, es decir, que no tenían huesos, y la forma de gusano fue quizá la más abundante durante mucho tiempo. A medida que iban llegando a otros lugares, tales organismos adaptaban sus cuerpos al ambiente nuevo.
Hubo un grupo que, para protegerse, encontró fácil llevar siempre la casa a cuestas, de tal manera que cuando se presentaba un peligro, se podían esconder pronto; he ahí los antepasados del pulpo, de los calamares y del caracol.
Otro grupo prefirió no cargar la casa, sino vivir dentro de ella; estos animales rodearon sus partes blandas con una capa dura o esqueleto, como lo hicieron los antepasados del cangrejo y, ¡quién lo creyera!, de los insectos y arañas de hoy.
El tiempo pasaba y la cantidad de seres vivos en el agua aumentaba; buscar alimento y protegerse se hacía cada vez más difícil; sólo los animales más ágiles sobrevivían. Para conseguir agilidad, los cuerpos de algunos empezaron a desarrollar una estructura parecida a un cordón, el inicio de la espina dorsal; entonces aparecieron los primeros peces primitivos. Después de millones de años, ese cordón se ha transformado en la columna vertebral que tiene nuestro esqueleto y el de animales como perros, vacas, aves, entre otros.