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Las riquezas de la laguna

Las riquezas de la laguna

REGIÓN PACÍFICA
 

Pancho madrugó para irse con su hijo Nefre a pescar mojarra y dentón a la laguna de Chimbuza. Cogieron su potro, se armaron de un machete, una escopeta y calandro para capturar los pescados. Cada uno salió con su canalete en mano y un canasto espaldero. Se despidieron de Coralia, la compañera de Pancho, así como de Pupo y Chongo, sus hijos menores.

 

Arrancó el viaje hacia la laguna de Chimbuza a ritmo de ronquidos de canalete. El río estaba en baja y ellos bogaban a contra, pero aún así conocían su oficio porque su potro avanzaba a buen ritmo. Bogaron y bogaron. Y a eso del medio día llegaron a la laguna. Tiraron el calandro, Pancho saltó en busca de alguna tatabra para cazarla y preparar algo de comer. Mientras tanto, Nefre se había quedado en el potro esperando a su padre.

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Entrada la tarde ya habían comido, y el calandro lo habían tirado más de tres veces y cada lance les proporcionó una cantidad considerable de peces, pero aún así ellos seguían pescando. En esos instantes el sol brilló más de lo acostumbrado y empezó a caer una llovizna helada, y soplaba mucho viento que producía pequeñas olas en la laguna. El arco iris bajó de los cielos al agua y llenó de colores vivos y brillantes todo el ambiente. De pronto, en el centro de la laguna, el agua empezó como a hervir. Poco a poco se fue descubriendo una mano que brotaba del agua con un mate de chontaduros que humeaba recién bajado del fogón, y lentamente la mano se hacía más evidente.

 

Sólo Nefre vivenciaba todo lo que estaba ocurriendo en la laguna, ya que su padre estaba descansando recostado en el potro. Cuando el muchacho vio que la mano salía totalmente del agua, y que empezaban a salir sombras y criaturas, apresuradamente despertó a su padre, quien al instante estuvo de pie con la escopeta en mano. “¿Qué pasa, qué pasa? ¿Cuántos son?”, preguntó asustado. “No papi, no es para tanto”, y Nefre le contó todo lo ocurrido.

 

Sabiamente Pancho le dijo a su hijo que ya les correspondía irse para la casa porque la naturaleza les estaba hablando. Nefre le dijo a su padre que le explicara y él le contestó que luego le contaría. Arreglaron todos sus elementos, recogieron el producto de sus faenas y se marcharon.

 

El muchacho llevaba en mente lo sucedido y en medio camino le dijo a su padre que le relatara. Pancho le dijo que los mayores cuentan que las riquezas que tienen las lagunas no son para una sola familia o persona: “Nosotros estábamos abusando, por eso se nos apareció el mate de la abundancia, como un llamado de atención, y si no le hacíamos caso podíamos haber muerto”.

Compilado por: Martha C. Arboleda O. y Julio C. Montaño M. 
Publicado en: Los abuelos lo contaron. 
Mitos y leyendas del Pacífico sur colombiano. 
Cali. La Kasumba, 2004.
Ilustración: Alejandra Estrada.

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