Carlos Castro Saavedra
Elogio de los oficios
Ahora vamos a cerrar los ojos y a pensar en la agricultura. En esta forma podemos ver el campo reflejado en la sangre: todo es verde. Menos donde los surcos recién abiertos reciben las semillas. Allí se alcanza a ver la tierra levantada, herida por la reja del arado. El cielo es ancho arriba y los pájaros dejan caer su sombra sobre los rostros de los agricultores, sobre las frentes sudorosas. Abajo brotan hojas, se alargan los tallos, con un suave impulso de las raíces, y las abejas vuelan sobre frutas maduras. El viento estrecha las cosechas contra ellas mismas y confirma la hermandad de los racimos. Un fuerte olor a musgo se desliza hasta el alma, y parece que fuéramos a florecer y a llenarnos por dentro de luces vegetales.
…La agricultura no se cansa de dar frutos y de elevarlos hasta la boca de los hombres. Desde el principio del mundo la tierra es generosa y derrama sus dones en plazas y mercados. Bajo los árboles más viejos, las naranjas reparten sus luces amarillas y entregan su dulzura. Otro tanto hacen los tomates de púrpura y las cebollas de vidrio.
Tierra en traje de fiesta son las piñas maduras. Agricultura es todo lo que el suelo produce, con la ayuda del sol y de la lluvia, con el esfuerzo de los bueyes y el sudor de los pobres.
…Quien quiera recobrar sus virtudes originales y sentirse cerca del paraíso, que acuda a los brazos de la agricultura, que se deje acariciar por las hojas de los platanales, por el aliento de las lechugas y las zanahorias. En medio de los campos florecidos comienza la inocencia y se abre la puerta de las revelaciones entrañables.
Buenas tardes, labriegos de todo el mundo. Termina esta canción cuando empieza a morir el día. Buenas tardes, amigos, y que salgáis más grandes de la noche que viene. Más grandes y más verdes, y con la certidumbre de que el futuro es vuestro