Desde su formación, la Tierra está cambiando. Algunos de los factores que transforman continuamente el planeta son: variaciones en la radiación solar; cambios en el clima, largos períodos de lluvia o de sequía, las glaciaciones (o períodos en los cuales la temperatura ha disminuido tanto, que el hielo y la nieve han cubierto gran parte de la tierra); impactos de meteoritos o asteroides; fenómenos naturales como erupciones volcánicas o terremotos, e incluso los cambios que ocasionan los seres vivos.
La vida lleva millones y millones de años haciendo ensayos permanentemente; las especies que no se adaptan a las nuevas condiciones desaparecen, se extinguen, y nuevas especies más adaptadas aparecen, poblando el planeta de una gran diversidad de formas de vida, plantas, animales, incluyendo a los seres humanos. Este proceso se conoce con el nombre de evolución.
En la naturaleza, también puede suceder que dos especies se relacionen tanto, que la evolución o los cambios de una especie provoquen cambios en la otra: los colibríes (conocidos también como chupaflores o tominejos), por ejemplo, han adaptado sus cuerpos y picos al tamaño de las flores que frecuentan y éstas han tomado la forma de campana o tubo, del tamaño exacto del pico del colibrí; las flores emplean, además, los colores rojo, naranja y amarillo, pues son los colores preferidos por ellos. Cuando la evolución de una especie está tan estrechamente relacionada con otra, la llamamos coevolución.