Cuento oriental
Pintura: Elefante de Célebes. Max Ernst (Alemania, 1891–1976)
Había una vez un pueblo en la que todos sus habitantes eran ciegos.
Cierto día llegó un rey con su cortejo, en el que viajaba un gran elefante gris.
La población estaba ansiosa por conocer al elefante y algunos ciegos se precipitaron a su encuentro. Como no conocían su forma y su aspecto, tantearon para reunir información, palpando alguna parte de su cuerpo. Cada uno pensó que sabía cómo era el elefante, por la parte que alcanzó a tocar del enorme animal.
Cuando volvieron, los demás habitantes del pueblo impacientes, se apilaron a su alrededor, estaban ansiosos por saber cómo era la forma y el aspecto del elefante, y escucharon atentos lo que les contaron.
El hombre que había tocado la oreja dijo:
—Es una cosa grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo.
El hombre que había tocado la cola dijo:
—Es delgado, frágil y peludo.
El que había palpado la trompa dijo:
—Es como un tubo hueco, que sopla y chupa.
El que había tocado sus patas dijo:
—Es poderoso y firme como un pilar.
Cada uno había palpado una sola parte del elefante y todos lo habían percibido de una manera diferente. Ninguno conocía la totalidad, cada uno tenía sólo un poco de verdad cuando intentaba describir aquel gran elefante gris.