(Colombia, 1924–1989)
Un día dos caballos
cansados de viajar,
se quedaron dormidos
a la orilla del mar.
Las olas comenzaron
a cubrirlos de sal,
y los pobres caballos
no sabían nadar.
No los dejaba el agua
siquiera respirar,
y la espuma en su pecho
los iba a sepultar.
Parecía que el cielo
se iba a derrumbar,
y que nadie en el mundo
los podría salvar.
De pronto comenzaron
los dos a parpadear,
y fuéronse volviendo
caballitos de mar.
Y las olas azules
que los iban a ahogar,
con los niños del mundo
pusiéronse a bailar.
Esta pequeña historia
no se puede olvidar,
y en vez de ser contada
se debería cantar.