Álvaro trabajaba en Tuluá en una empresa productora de ají. En compañía de Yolanda, su socia, tenía su propia tierra en la que sembraba maíz, sorgo y ají tabasco.
En un viaje de trabajo al Perú, Álvaro compró en el mercado ají amarillo y ají limo, dos ingredientes muy utilizados en las comidas peruanas. A su regreso, sembró las semillas en su propio cultivo y las plantas lograron adaptarse.
Al ver que la gente consumía cada vez más productos picantes, pensó que podía vender mejor los ajíes si hacía encurtidos que estuvieran cortados en pequeñas tiras para que los cocineros pudieran aprovecharlos de una manera más eficaz.
Pero primero tenían que solucionar el problema del empaque. Los frascos de vidrio resultaban mucho más costosos que el producto. Entonces empacaron los encurtidos en unas bolsas transparentes, baratas y muy atractivas que dejaban a la vista los colores vivos de los ajíes.
Ya tenían el producto, la receta y el empaque, pero les faltaba encontrar una marca sonora que las personas pudieran recordar. Se les ocurrió el nombre de Picantos para su empresa.
Comenzaron vendiéndoles a amigos y conocidos, y cuando cumplieron todos los requisitos de sanidad para obtener el registro Invima, acudieron a la Promotora de Comercio Social, que les ayudó a distribuir los ajíes en varios almacenes de cadena.
Hoy, Picantos es una empresa que siembra, transforma, empaca y comercializa ajíes, que salen de los cultivos a la boca, y que en el proceso pasan por muchas manos creativas que los transforman.
Comenzaron como productores de ají y luego produjeron encurtidos de ají para darles valor agregado y los comenzaron a comercializar.