Al grupo de los reptiles pertenecen las serpientes, las tortugas, los lagartos, las babillas y los cocodrilos. Todos ellos se caracterizan por tener el cuerpo cubierto por escamas. Los reptiles habitan en casi todos los lugares del planeta, incluyendo los océanos, y son muy abundantes y diversos en los trópicos y en los desiertos. Se pueden encontrar reptiles en muchos hábitats diferentes, desde en el fondo de los estanques y los lagos, hasta en las copas de árboles de gran altura.
Los reptiles, al igual que los anfibios, los peces y los insectos, son animales de sangre fría, pues carecen de órganos o mecanismos internos que les ayuden a mantener o a regular la temperatura de sus cuerpos; si están demasiado fríos, se vuelven muy lentos, y si tienen demasiado calor, pueden secarse y morir. Por esto, cuando hace frío, los reptiles buscan el calor asoleándose sobre troncos y piedras o en las playas, y cuando hace calor, se esconden a la sombra o se entierran en el fango o en la arena. Los mamíferos y las aves, por el contrario, son animales de sangre caliente y pueden mantener constante la temperatura interna de sus cuerpos, no importa si hace frío o calor en el ambiente.
En Colombia existen 319 especies de serpientes, pero solo 51 de ellas son venenosas, entre las que se cuentan 30 corales, 20 víboras y 1 marina; las 268 restantes pueden considerarse inofensivas.
Todas las serpientes son carnívoras; dependiendo de la especie, se alimentan de insectos y pequeños invertebrados, de ranas, de pichones, de aves, de otras serpientes y de mamíferos de diferente tamaño. La mayoría de ellas no son venenosas, pero pueden ser peligrosas, como las boas que pueden atrapar grandes mamíferos, incluso hombres, para luego asfixiarlos y tragarlos. A lo largo de su vida, todas las serpientes mudan de piel, varias de ellas muchas veces, incluyendo la cubierta que les protege los ojos.
Las especies venenosas, como la mapaná, el verrugoso, la cobra y la cascabel, tienen dos colmillos en la parte delantera de la mandíbula superior que, al morder, inyectan el veneno que se almacena en dos glándulas situadas a ambos lados de la cabeza. Estos colmillos, al igual que los demás dientes que poseen, son reemplazados periódicamente. Ninguna serpiente venenosa tiene un aguijón en la cola.
Desde niños se nos ha infundido el miedo a las serpientes y a menudo se las mata sin ninguna consideración, pero la mayoría no son peligrosas, atacan solo para cazar a las presas que se van a comer o para defenderse cuando se sienten amenazadas; y, contrario a lo que podamos pensar, ellas son muy importantes, porque ayudan a mantener el equilibrio en sus hábitats, pues controlan las poblaciones de los animales con los cuales se alimentan, como insectos, ratas, aves y otras culebras venenosas.
Las serpientes venenosas a menudo tienen una coloración que se confunde con el medio; las serpientes no venenosas generalmente tienen colores vivos y brillantes de fondo entero o presentan dibujos complicados de forma y tamaño variables (las corales son la excepción a esta regla, porque poseen colores vistosos).
Todas las tortugas tienen una caparazón que protege sus cuerpos, la cual consta de dos partes: el espaldar, que cubre la espalda, y el peto o plastrón, que cubre el vientre; ambas partes están unidas a cada lado por un puente óseo.
En el mundo se han descrito hasta el momento 270 especies de tortugas, las cuales pueden encontrarse en una gran variedad de hábitats. En términos generales, las tortugas se pueden dividir en dos grandes grupos: las que están adaptadas a vivir en la tierra, como la morrocoy, y las que viven en el agua, como las hicoteas. Estas últimas tienen unas especies de aletas en vez de patas. Ambos grupos se alimentan de vegetales e invertebrados, pero las terrestres complementan su dieta con raíces, frutos, flores y carroña; las acuáticas comen peces.
Las tortugas son ovíparas y entierran los huevos en nidos que construyen, generalmente ,en las playas de los ríos y de los mares. Muchas tortugas marinas pasan casi toda su vida en el mar, solo las hembras salen a la playa para desovar y, después de enterrar sus huevos en la arena, regresan al mar. El calor del sol calienta los huevos y, al cabo de unos días, las pequeñas tortugas los rompen, excavan en la arena para salir y, rápidamente, se dirigen al mar, pero muy pocas alcanzan el agua, porque son devoradas por aves, cangrejos, mamíferos, entre otros.
Muchas especies de tortugas, incluyendo todas las especies marinas, están en peligro de extinción por la destrucción y contaminación de su hábitat y porque el hombre las caza, las pesca y, también, trafica con ellas para venderlas como mascotas.
Existen en el planeta unas 5.900 especies de lagartos y en Colombia se han reportado 257 de ellas. Entre los lagartos se cuentan las iguanas, los camaleones, los gecos, las lagartijas y los lagartos típicos.
Las lagartijas, por ejemplo, pueden trepar por las paredes sin caerse porque tienen bajo los dedos de sus patas unos discos adhesivos que les permiten desplazarse por superficies verticales.
Algunos lagartos se alimentan de insectos y otros de vegetales. Las iguanas son diurnas, ovíparas, se alimentan de vegetales, hojas, flores, frutos y consumen también invertebrados, pichones, pequeños mamíferos y carroña. A su vez, ellas sirven de alimento a gran cantidad de carnívoros, como peces, tortugas, caimanes, nutrias, jaguares y tigrillos.
En Colombia existen dos especies de cocodrilos y siete especies de babillas; viven cerca de ciénagas, caños y ríos. Estos animales son exclusivamente carnívoros, se alimentan de peces, aves, anfibios, mamíferos y también consumen carroña. En ocasiones, pueden llegar a vivir más de 100 años.
Las babillas y los cocodrilos ayudan al equilibrio de los ecosistemas donde viven, manteniendo un control sobre las poblaciones que les sirven de alimento. Ambos corren peligro de extinguirse por la continua destrucción de los hábitats y por la cacería.
Los caimanes pueden llegar a medir hasta seis metros de largo. El cocodrilo más grande, de aguas saladas, alcanza casi ocho metros.