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Manuel Uribe Ángel

Manuel Uribe Ángel

El padre de la medicina en Antioquia

(Envigado, Antioquia, 1822 – Medellín, 1904)

“Las ideas, como impalpables que son, no deben ser extirpadas ni con balas ni con bayonetas ni con espadas. Deben serlo con ideas más sanas”.

“Mijo, vaya rápido a donde don Nicolás para que le recete un remedio a su hermano que sigue muy enfermo”. Con esta petición de su padre empezó la formación médica de Manuel Uribe Ángel, un hombre cuyos aportes a la medicina, la geografía, la historia y la cultura de Antioquia lo convirtieron en uno de los intelectuales más reconocidos del departamento en los siglos xix y xx.

Llegó a la casa de don Nicolás de Villa Tirado, un médico empírico que curaba a sus pacientes gracias a las propiedades sanadoras de las plantas de la región, y le entregó la nota que le había enviado su padre con los síntomas de su hermano. “¿Sabe escribir?”, le preguntó el doctor. “Sí”, respondió él y empezó a copiar lo que le dictaba. Al ver lo bien que lo hacía, le propuso ser su asistente; en adelante, sería el encargado de transcribir las recetas para los pacientes.

Camino a su nuevo trabajo, solía detenerse a observar las raíces, las ramas, las hojas y las frutas de los árboles que iba encontrando en el recorrido; además, no perdía oportunidad de treparse a uno o de recoger una piedra con forma llamativa, pues tenía la manía de curiosear todo cuanto fuera posible.

Con apenas 10 años aprendió cómo se hacía un diagnóstico, cuáles eran los síntomas de las enfermedades más comunes, qué medicinas eran las adecuadas para calmar dolores y cuáles aumentaban la fuerza o levantaban el ánimo de quienes estaban débiles. Pudo poner a prueba su conocimiento un día en que don Nicolás lo dejó cuidando su consultorio y llegó un paciente muy angustiado. Necesitaba con urgencia un remedio para su hermano.

El joven Manuel le hizo el interrogatorio acostumbrado y luego empezó a darle las instrucciones para curarlo. Justo cuando estaba terminando, apareció don Nicolás, quien lo dejó concluir la consulta. “¡Cuánto ha aprendido usted! Su inteligencia debe ser aprovechada”. Luego, les recomendó a sus padres que lo enviaran a Bogotá para continuar sus estudios. En la capital se graduó como bachiller, después estudió filosofía y latín, y finalmente recibió el diploma de la Universidad Central de la República que lo reconocía como médico profesional.

En 1853 regresó a Medellín luego de haber estado en Ecuador, Perú, Estados Unidos y Francia, viajes en los que adoptó la costumbre de documentar sus impresiones de los lugares visitados, pues creía que sería de gran provecho para futuros viajeros y para la ciencia en general; por eso eran indispensables los pedazos de papel que tenía siempre en sus bolsillos, los cuales le servían para las recetas médicas o para anotar las descripciones del entorno natural.

El doctor Uribe también dedicaba parte de su tiempo a la enseñanza de la medicina; lo hacía aprovechando las visitas que les hacía a sus pacientes, por cuanto así podía explicarles a sus alumnos, simultáneamente, la teoría y la práctica. En los recorridos les decía: “Observen detenidamente y con paciencia. La sabiduría en la ciencia se alcanza observando y poniendo en duda lo que supuestamente sabemos”.

En las noches cambiaba de oficio y se convertía en escritor. Consignaba sus apuntes médicos de la jornada, repasaba sus textos sobre geografía e historia, o corregía el cuento recién terminado. Era común que su esposa, Magdalena, lo encontrara dormido sobre su escritorio a la mañana siguiente. Por la calidad de sus textos, en 1875 fue designado por el Gobierno colombiano para viajar a Nueva York en representación suya para el aniversario 259 de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote. Allí pronunció un elocuente discurso que recibió aplausos y elogios.

Ese mismo año dio otro discurso con motivo de los 200 años de la fundación de Medellín. Pero no solo era invitado a actos conmemorativos; por su enorme compromiso con la ciudad y el departamento, le encargaban otras labores, algunas de carácter político como la jefatura del Estado Soberano de Antioquia, es decir, actuar como su presidente, cargo que en la actualidad se conoce con el nombre de gobernador. También fue senador de la República.

Aceptaba estos encargos a pesar de que prefería abstenerse de la actividad política porque para él nada era más importante que contribuir al progreso de la ciudad, del departamento y del país. “Abajo el egoísmo, fuera la avaricia, a un lado la desidia. A trabajar algo por nosotros, mucho por nuestros descendientes y todo por el engrandecimiento y la prosperidad de la Patria”, decía Uribe Ángel.

Fue, igualmente, uno de los fundadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia y el primer director del Museo y Biblioteca Zea, actual Museo de Antioquia. Para dotar este espacio, invitó a los medellinenses a donar libros y objetos de interés histórico y científico, los cuales eran explicados por él, con enorme entusiasmo, a los grupos de visitantes; lo que más disfrutaba eran las visitas de los niños, pues afirmaba que al transmitirles sus enseñanzas los animaba a seguir por su propia cuenta el camino del conocimiento.

Uno de sus últimos proyectos fue la publicación del libro Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia en Colombia. El texto incluye un inventario de 357 variedades de plantas útiles, 288 especies de animales y 74 posibilidades para aprovechar los minerales. Además, describe el clima del departamento y las costumbres de los pueblos que lo conformaban. El libro, dedicado a la juventud antioqueña, tenía, según él, un claro propósito: “Tal vez sabiendo lo que fuimos y lo que somos, podremos vaticinar lo que seremos, quizás conociendo de dónde venimos, sabremos para dónde vamos”. Esta pieza sigue siendo un referente historiográfico.

Don Manuel murió a los 81 años. Su último deseo fue escuchar, de la voz de uno de sus amigos, el relato que él mismo escribió cuando viajó de Medellín a Bogotá, el cual, a manera de premonición, decía: “Ya estamos en la posada, dispuestos a entregarnos a un sueño reparador”.

 

(Ilustración: Carolina Bernal C.)

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