La piel es el órgano más grande del cuerpo y le sirve como pantalla para cubrirlo y protegerlo manteniendo estable la temperatura. A través del sentido del tacto, la piel puede diferenciar entre la suavidad de una caricia y una amenaza de peligro. Su extrema sensibilidad y su constante exposición al mundo exterior hacen que reaccione ante todo agente extraño. Por eso pica, se irrita y se brota.
Para obtener una base de mascarilla, vierta en la licuadora los cristales de media hoja de penca sábila y tres cucharadas avena en polvo.
Agregue, según el caso:
Este tipo de piel tiene un aspecto brillante y graso, aun después de lavarla, y es propensa a tener poros dilatados, puntos negros y acné. Es recomendable hacerse algún tipo de mascarilla para mantenerla sana.
Aplique varias rodajas de un tomate mediano sobre el rostro, retire a los 15 minutos y lave con agua fresca.
Este tipo de piel es grasosa en el mentón, la nariz y la frente (la llamada la zona T del rostro) y seca en las otras partes de la cara. Requiere un tipo especial de mascarilla.
La piel seca tiene una tonalidad mate, un aspecto apagado y gris, y es muy propensa a arrugarse y mancharse con facilidad. Las mascarillas apropiadas humectan la piel y la conservan saludable.
El sol, el viento y los cambios de clima resecan los labios. Para protegerlos e hidratarlos se recomienda usar una crema.