(Colombia, 1833–1912)
Simón el Bobito llamó al pastelero:
“¡A ver los pasteles, los quiero probar!”.
“—Sí —repuso el otro —pero antes yo quiero
ver ese cuartillo con que has de pagar”.
Buscó en los bolsillos el buen Simoncito
y dijo: “¡De veras! No tengo ni unito”.
A Simón el Bobito le gusta el pescado
y quiere volverse también pescador,
y pasa las horas sentado, sentado,
pescando en el balde de mamá Leonor.
Hizo Simoncito un pastel de nieve
y a asar en las brasas hambriento lo echó,
pero el pastelito se deshizo en breve,
y apagó las brasas y nada comió.
Simón vio unos cardos cargando ciruelas
y dijo: “—¡Qué bueno! Las voy a coger”.
Pero peor que agujas y puntas de espuelas
le hicieron brincar y silbar y morder.
Se lavó con negro de embolar zapatos
porque su mamita no le dio jabón,
y cuando cazaban ratones los gatos
espantaba al gato gritando: ¡Ratón!
Ordeñando un día la vaca pintada
le apretó la cola en vez del pezón;
y ¡aquí de la vaca! Le dio tal patada
que como un trompito bailó don Simón.
Y cayó montado sobre la ternera
y doña ternera se enojó también,
y ahí va otro brinco y otra pateadera
y dos revolcadas en un santiamén.
Se montó en un burro que halló en el mercado
y a cazar venados alegre partió,
voló por las calles sin ver un venado,
rodó por las piedras y el asno se huyó.
…
Viendo una salsera llena de mostaza
se tomó un buen trago creyéndola miel,
y estuvo rabiando y echando babaza
con tamaña lengua y ojos de clavel.
…
Lo enviaron por agua y él fue volandito
llevando el cedazo para echarla en él:
Así que la traiga el buen Simoncito
seguirá su historia pintoresca y fiel.