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Suelo protegido, suelo vivo

 Suelo protegido, suelo vivo

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En nuestro cuerpo, la piel nos pone en contacto con el medio que nos rodea y nos protege de las variaciones del clima y de las infecciones que puede causar la contaminación del ambiente. Para que el suelo, como piel de la Tierra, cumpla su función debe estar en buen estado, resguardado por su cobertura viva de vegetales y animales.

Nuestro país está ubicado en la zona tropical del planeta y recibe cada día 12 horas de luz solar. Si al suelo se le quita su capa protectora con el arado total y las quemas, las radiaciones ultravioletas y el calor de los incendios matan sus pequeños habitantes y reducen su productividad.

Es por eso que se deben evitar:

Las quemas, pues ellas matan la mayoría de seres que dan vida al suelo y contaminan el aire. Cuando la materia orgánica se quema, sus componentes se transforman en humo y en gases tóxicos que afectan la vida. Lo aconsejable es dejar el suelo siempre cubierto por una colcha de material vegetal, lo cual además controla el crecimiento de hierbas no deseadas.

Alternativa: cortar la vegetación por franjas y dejar que naturalmente ese material sea aprovechado por los organismos del suelo. En el trópico, la mayoría de los nutrientes están en la vegetación, y por eso es tan perjudicial quemarla.

El pisoteo del ganado, pues cascos y pezuñas apelmazan el suelo, lo endurecen y le impiden la respiración.

Alternativa: evitar que el ganado pase demasiado tiempo en el mismo potrero. Aflojar el suelo sin voltearlo usando la horca una herramienta semejante a un tenedor de cinco dientes con dos mangos, que vuelve a airearlo.

El arado total, que voltea el suelo dejando las raíces de las plantas expuestas al sol, acabando con la vida de bacterias y organismos que les permiten cumplir su función.

Alternativa: airear la tierra. Se debe arar en líneas sin voltear el suelo usando un arado de cincel, que lo levanta suavemente, permitiendo que entren el aire, la humedad y las raíces de las plantas.

Otra manera de mejorar el suelo es con abonos verdes, sembrando plantas leguminosas que fijan nitrógeno del aire. Estas pueden ser rastreras, como el maní forrajero, arbustos como el fríjol guandul y árboles como las acacias.

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