Que en ambos hay transferencia de calor: cuando nos levantamos hay transferencia de calor entre los pies y el piso, y cuando hacemos un sancocho, entre la olla y los ingredientes.
Hay transferencia de calor. Por lo general, decimos “Ay, ¡la baldosa me enfrió los pies!”, como si el frío de la baldosa se pasara a nosotros. Pero en realidad es el calor de nuestros pies el que pasa a la baldosa y “nos abandona”. La transferencia de calor va de donde hay mayor temperatura, en este caso en los pies, a donde hay menor temperatura, en este caso a la baldosa fría. Cuando sientes helada la noche, no es que el frío llegue sino que tu calor se escapa.
Porque cuando hay transferencia de calor entre la olla y los alimentos, algunos absorben el calor de manera más fácil que otros, y por lo tanto se cocinan más rápido. Las papas, que son blandas, absorben fácilmente el calor y por eso se echan de últimas. La zanahoria, que es más dura, absorbe más lentamente el calor que le transfiere la olla y, por eso, se echa desde el principio.
Siempre pensamos que es el hielo el que enfría el jugo, pero no es así: es el jugo el que calienta el hielo. La transferencia de calor se hace de donde hay mayor temperatura (jugo) a donde hay menor temperatura (hielo). También lo vemos cuando estamos en clima caliente: es mayor la temperatura del ambiente que la de nuestro cuerpo. Este calor fluye hacia nosotros y el cuerpo se sofoca. Acostumbrados a una temperatura de 36 ó 37 grados centígrados, cuando ésta sube necesitamos refrigerarnos y lo hacemos liberando agua mediante el sudor.
Cuando bañamos con agua fría a un bebé que tiene fiebre, no es el agua la que enfría al bebé, es el bebé el que transfiere su calor al agua, bota su calor, lo echa al agua y, por eso, disminuye su temperatura.