Las amígdalas inflamadas se ven hinchadas y de color rojo, y pueden estar cubiertas por puntos o un revestimiento amarillo o blancuzco. Un niño con amigdalitis puede tener dolor de garganta, fiebre alta, mal aliento, ganglios del cuello inflamados o bultos dolorosos allí, dolor de estómago, de cabeza y malestar general.
Las amigdalitis virales, que son la mayoría, pueden ser tratadas en casa. Asegurémonos de que el niño beba mucho líquido y descanse lo suficiente. Si tragar le causa dolor, le servimos líquidos y alimentos blandos. Algunos niños prefieren bebidas calientes y otros, bebidas frías.
Para el dolor de garganta podemos darle al niño infusión de jengibre, decocción de achiote con las semillas o un macerado de limón, cebolla y miel (ver libro Los secretos de las plantas, página 148). Otra opción natural es colocarle una bufanda de tela con rodajas de limón rodeando el cuello, y dejarla por veinte a treinta minutos sin que el limón toque la piel.
Siempre que tengamos sospecha de amigdalitis, debemos consultar al médico, especialmente si hay dolor e hinchazón a un solo lado o fiebre alta, porque puede estar aumentando la infección. Es muy importante que sea el médico quien defina si se trata de una amigdalitis bacteriana que requiere antibióticos.
La amigdalitis es contagiosa; por lo tanto, intentemos mantener a los niños alejados de una persona con amigdalitis o dolor de garganta, y asegurémonos de que todos los miembros de la familia se laven las manos con frecuencia y adecuadamente.
Si alguien de la familia tiene amigdalitis, mantengamos separados los vasos y los utensilios que usa para comer, y lavémoslos con agua caliente y jabón.