No sentimos nada: el único método para detectarlo es un examen de sangre.
El tratamiento consiste en una alimentación adecuada, baja en alimentos grasos, especialmente si están fritos (ver el capítulo sobre alimentación en las páginas 30 y 31) y, si el médico lo considera necesario, en tomar una pastilla diariamente que controlará nuestros niveles de colesterol en la sangre.
Debemos ir mínimo cada año a revisión para repetir los exámenes de sangre, o más frecuentemente si el médico así lo considera.