La depresión se caracteriza por la presencia de tristeza o irritabilidad, pérdida de interés, de motivación o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio o abatimiento, falta de concentración, pensamientos repetitivos de muerte o suicidio, presión en el pecho, sudoración, sensación de pánico o asfixia. La mayoría de nosotros nos hemos sentido así de vez en cuando y durante períodos cortos. El problema surge cuando estas sensaciones permanecen en el tiempo, como si las emociones se quedaran pegadas y no se quisieran ir. La depresión puede afectar la capacidad para afrontar la vida diaria.
En su forma leve no hacen falta medicamentos y el ejercicio nos ayudará muchísimo. Sin embargo, cuando la depresión es moderada o grave, los medicamentos y la ayuda profesional se hacen imprescindibles. A veces, cuando estamos tristes, no somos capaces de reponernos apoyándonos únicamente en nuestro entorno, pero eso no significa que no haya salida. Recordemos que vamos al médico cuando nos quebramos un pie para que nos ayude: ¿por qué no vamos al psicólogo o al médico cuando nos duele el corazón o no nos sentimos bien mentalmente?
Si sentimos que no somos capaces de lidiar con la situación y que en verdad estamos deprimidos, lo mejor es que vayamos al doctor para recibir el tratamiento adecuado. Si conocemos a alguien que está amenazando con suicidarse o que se despide constantemente, necesita nuestra ayuda: llevémoslo de inmediato al doctor.
Practiquemos deporte, tengamos intereses y procuremos una vida con propósito (ver el apartado “Hábitos para una vida plena”).
Los niños pueden presentar síntomas distintos a los de los adultos. Vigilemos especialmente los cambios en el rendimiento escolar, el sueño y el comportamiento en general. Ante la sospecha de que el niño esté deprimido, debemos consultarlo con un profesional de la salud.
En los momentos en los cuales el paciente esté despierto y sin nada que hacer, se debe hacer el esfuerzo de sacar un rato para compartir un momento divertido: ver algo en la televisión, leer juntos un libro, contar historias o lo que sea que él o ella pueda hacer sin mucho esfuerzo y que le guste.
Estar deprimidos no es culpa de nadie. Es una falta de balance en el cerebro que necesita tratamiento, como cualquier otra enfermedad.