• La cabeza se ve grande con respecto al resto del cuerpo del niño, con poco cabello que fácilmente se cae, está seco o cambia de color.
• Al ejercer presión con un dedo sobre la piel del niño se genera un hundimiento visible que persiste aún después de haberlo retirado.
• Ambos brazos o piernas se ven muy delgados o, por el contrario, están inflamados.
• El niño se ve más delgado o se siente más liviano al cargarlo.
• El rostro luce hinchado y pálido. Los ojos permanecen hundidos.
• La piel se torna seca. Luce áspera o escamosa.
• El abdomen se ve inflamado o abultado y las costillas se empiezan a marcar en el tórax.
• Las palmas de las manos y las plantas de los pies lucen pálidas.
• Le da diarrea o gripa con facilidad.
• El niño está desganado, luce fatigado o ha perdido el interés en el juego y en sus actividades cotidianas.
• Está inapetente y se niega a recibir leche materna u otros alimentos, dependiendo de su etapa de desarrollo.
• Llora excesivamente y, con frecuencia, está irritable.
Es fundamental que sigamos las pautas dadas por el médico
o dentro del programa de crecimiento y desarrollo.
La desnutrición debe ser evaluada por personal de salud para que los especialistas definan si requiere manejo en el hogar o en el hospital (la gran mayoría de los casos, pueden ser manejados en el hogar con seguimiento médico frecuente).
• Vigilar la alimentación de las madres gestantes, ya que el consumo de hierro ayuda a que los niños al nacer tengan mejor peso y talla, y que desarrollen mejor su cerebro (Conoce el apartado: Servicios de atención durante la gestación).
• Procurar que los recién nacidos tengan lactancia materna exclusiva (únicamente leche materna) al menos por seis meses y lactancia parcial (leche materna complementada con otros alimentos) desde los seis meses hasta los dos años (para más información consulta el libro Los primeros años, de la colección Secretos para contar, en las páginas 78-79 y 92-93).
• A los seis meses, es vital que empiece la alimentación con alimentos diferentes a la leche materna, que aportarán otros nutrientes que necesita, especialmente alimentos ricos en hierro y energía.
• Los menores de ocho/diez meses deben recibir alimentos en puré, no en caldo.
• Una vez el niño tenga ocho/diez meses, de acuerdo con su desarrollo, los cuidadores pueden gradualmente introducir alimentos de consistencia sólida.
• Los programas de crecimiento y desarrollo son fundamentales. Allí, un profesional le toma al niño medidas de peso, talla, tamaño de la cabeza y perímetro del brazo. Este seguimiento profesional indica si un niño presenta signos de desnutrición y si necesita micronutrientes y desparasitación.
• La higiene y el consumo de agua limpia evitan diarreas frecuentes, las cuales afectan el estado nutricional de los niños.