Al llegar a los tres meses de edad, el bebé ya ha acumulado en su mente una serie de experiencias sensitivas, afectivas y emocionales que reconoce. Percibe de manera más clara las voces y los sonidos que más le gustan y sabe que la cercanía de su madre significa abrigo y alimento.
Su organismo ya está acostumbrado al sabor de la leche materna y la espera con placer y ansiedad; reconoce las presencias habituales que lo rodean, vuelve a sentir día tras día el placer que le dan el agua y el sol cuando lo bañan. Ya es alguien que tiene experiencia.
Si sus padres y las personas que lo rodean han respetado el ciclo natural que tiene de sueño, de alimentación, de estar despierto y de regreso al sueño; si se han establecido en la casa una serie de hábitos y rituales que el bebé empieza a tener en su memoria, la repetición cotidiana de los actos que suceden a su alrededor va creando un ritmo diario que el bebé reconoce. Este ritmo diario funciona como el ritmo del corazón y por tanto le da al bebé tranquilidad y sosiego.
Hacia los tres meses el bebé va dominando progresivamente los músculos de su boca, de los ojos y del cuello. Le gusta que lo carguen, que le hablen y que le canten. Está más interesado por las personas y por los objetos que hay a su alrededor.
Succiona bien y la boca es para él algo que le da satisfacción personal, pero también le brinda conocimiento del mundo. Todo se lo quiere llevar a la boca para probarlo y saber qué se siente y qué es.
Sigue a las personas y a los objetos con la mirada y mueve la cabeza para observarlos.
Sostiene firme la cabeza.
Ahora mueve sus manos, y lo hace por su propia voluntad, más que por movimientos reflejos. Agarra el dedo que le ofrecen y se aferra a él.
Permanece más tiempo despierto.
Se sonríe cuando alguien se acerca, o le habla o le canta: aparece la sonrisa social.
Aunque aún se considera como parte del cuerpo de su madre o cuidadora, acepta con gusto la relación con otras personas cercanas como su padre, hermanos, abuelos y tíos.
Manifestaciones de afecto, una sonrisa, una mirada directa a los ojos.
El gozo de sentir el agua todos los días. Que lo acompañen, que lo carguen y le muestren el mundo.
Respeto por su sueño, baño y alimentación en horarios establecidos, respetando su ritmo natural.
Que lo alcen en brazos y le hablen cara a cara con palabras y gestos.
Jugar y recibir estimulación de sus padres y personas cercanas.
Que le proporcionen momentos de tranquilidad y calma.
Que le cambien el pañal cada vez que esté mojado. La colita del bebé debe asearse y secarse muy bien en cada cambio de pañal.
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