Al llegar a los tres meses de edad, el bebé ya ha acumulado en su mente una serie de experiencias sensitivas, afectivas y emocionales que reconoce. Percibe de manera más clara las voces y los sonidos que más le gustan y sabe que la cercanía de su madre significa abrigo y alimento.
Su organismo ya está acostumbrado al sabor de la leche materna y la espera con placer y ansiedad; reconoce las presencias habituales que lo rodean, vuelve a sentir día tras día el placer que le dan el agua y el sol cuando lo bañan. Ya es alguien que tiene experiencia.
Si sus padres y las personas que lo rodean han respetado el ciclo natural que tiene de sueño, de alimentación, de estar despierto y de regreso al sueño; si se han establecido en la casa una serie de hábitos y rituales que el bebé empieza a tener en su memoria, la repetición cotidiana de los actos que suceden a su alrededor va creando un ritmo diario que el bebé reconoce. Este ritmo diario funciona como el ritmo del corazón y por tanto le da al bebé tranquilidad y sosiego.
Hacia los tres meses el bebé va dominando progresivamente los músculos de su boca, de los ojos y del cuello. Le gusta que lo carguen, que le hablen y que le canten. Está más interesado por las personas y por los objetos que hay a su alrededor.
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