De los nueve a los doce meses el niño se para con apoyo y luego sin él. Esto amplía enormemente su mundo, y lo hace sentir más independiente debido a la capacidad que ahora tiene de moverse por sus propios medios. El acto de pararse es para el niño una verdadera conquista y un gran motivo de orgullo, pues ahora se puede sentir igual a las demás personas mayores que van y vienen con libertad por toda la casa.
Todo su sistema nervioso y todos sus sentidos están alertas y en juego. Ahora aprende con gran facilidad, entiende lo que le dicen, aunque no pueda hablar, y tiene una voluntad que ejerce sobre el entorno que lo rodea: pide, da, reclama, quiere, desea, observa con detenimiento lo que otros hacen y se nota que ya comprende algunas de las cosas que pasan a su alrededor.
Domina el gateo, empieza a pararse, e intenta caminar.
Investiga el mundo ensayando, cometiendo errores y corrigiéndolos.
Pronuncia sílabas y unas pocas palabras.
Es más tranquilo y divertido en sus relaciones con los demás, con frecuencia es el centro de atención de la familia y le gusta su papel.
El apoyo en sus avances corporales, del lenguaje e intelectuales le da confianza y seguridad en sí mismo.
Entiende conceptos espaciales como adentro y afuera, encima y debajo, adelante y atrás.
Identifica las diferentes partes de su cuerpo.
Que le fomenten hábitos saludables de aseo y respeten sus ritmos de actividad y sueño.
Ropa cómoda, poder andar desnudo y estar descalzo. Claridad en lo que se espera de él.
Reconocimiento por sus logros mediante palabras, abrazos y caricias.
Que jueguen con él, le permitan jugar aunque se ensucie, y que le respeten sus juguetes preferidos.
Espacios libres y seguros para gatear, tratar de pararse y caminar.
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