De los nueve a los doce meses el niño se para con apoyo y luego sin él. Esto amplía enormemente su mundo, y lo hace sentir más independiente debido a la capacidad que ahora tiene de moverse por sus propios medios. El acto de pararse es para el niño una verdadera conquista y un gran motivo de orgullo, pues ahora se puede sentir igual a las demás personas mayores que van y vienen con libertad por toda la casa.
Todo su sistema nervioso y todos sus sentidos están alertas y en juego. Ahora aprende con gran facilidad, entiende lo que le dicen, aunque no pueda hablar, y tiene una voluntad que ejerce sobre el entorno que lo rodea: pide, da, reclama, quiere, desea, observa con detenimiento lo que otros hacen y se nota que ya comprende algunas de las cosas que pasan a su alrededor.
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