De los cuatro a los seis meses el niño empieza a moverse por voluntad propia, y a ejercitar sus piernas y sus brazos con mejor coordinación. Ahora es capaz de voltearse y estirar su cuerpo para alcanzar un juguete o un objeto que le gusta y despierta su curiosidad.
Su mente y sus sentidos logran estar alertas durante más tiempo a lo largo del día, y busca de manera consciente la compañía de las personas que lo rodean.
La capacidad para expresar sus necesidades se ha incrementado notablemente, y los adultos pueden entender de manera fácil cuando está incómodo, cuando tiene hambre, cuando quiere estar acompañado, cuando está contento y con ganas de jugar. Ya tiene una mayor claridad espacial y reconoce los ambientes en que se encuentra.
Logra voltearse de boca abajo a boca arriba y al contrario.
Se sostiene sentado y apoyado, dejando sus manos libres para manejar objetos.
Emite varios sonidos diferentes a los de la etapa anterior, como el gorjeo.
Expresa sus sentimientos con mayor claridad, y está más interesa- do en las personas y objetos del medio.
Ríe a carcajadas.
Los períodos de sueño nocturno son más largos y hace varias siestas al día.
Reconoce los diferentes espacios donde acostumbra estar.
Que lo atiendan cuando expresa incomodidad o requiere compañía.
Baño diario y aseo frecuente de su cara, de sus manos y de sus juguetes.
Que lo llamen por su nombre, le hablen con frases cortas y sencillas, y le imiten los sonidos que emite, como el gu-gu-gu, llamado gorjeo, típico de esta etapa.
Que le brinden apoyo y estímulo para girar y fortalecer su cuerpo.
Que le expliquen y lo involucren en las actividades diarias del hogar.
Conocer el ambiente externo a su casa, los animales y la naturaleza.
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